210. El sujeto es siempre feliz... a nivel de la pulsión.

Freud ubica a la pulsión como el reverso del deseo cuando dice que el deseo nombra un estado de «insatisfacción» fundamental en el sujeto, en cambio, la pulsión nombra un estado de «satisfacción»; es decir que la pulsión siempre logra satisfacerse. “Así como podemos definir el deseo como algo siempre insatisfecho, (el) concepto de pulsión es de algo que siempre es satisfecho” (Miller, 1991, p. 53) Por esto Lacan va a decir en Televisión que «El sujeto es siempre feliz«. Esta idea es una subversión de la noción que se tiene corrientemente sobre la felicidad. Lo que Lacan dice aquí es que el sujeto es siempre feliz en el nivel de la pulsión, en tanto que ésta es siempre satisfecha, siempre se satisface.

La «satisfacción de la pulsión» es lo que Lacan formalizará como el objeto a en su versión de «plus de goce». Así pues, se puede definir a la pulsión como una demanda siempre satisfecha que produce un «plus de goce», en la medida en que hay un éxito constante en la satisfacción de la pulsión, por ejemplo, cuando bebe demasiado, le pega a la mujer que ama, abusa del cigarrillo, pelea con sus hermanos, come en exceso, etc., etc. Así pues, hay que distinguir entre dos tipos de querer, dos tipos de voluntad: el deseo y la pulsión. El deseo designa siempre una infelicidad, una insatisfacción. “El deseo es articulado a una falta, mientras que del lado de la pulsión hay felicidad. Una felicidad que no se conoce a sí misma, pero que es una felicidad” (Miller, 1997, p. 32.)

Resumiendo: la pulsión es algo que en el hombre siempre se satisface positivamente, pero esa manera de satisfacerse le hace mal al sujeto, le causa algún malestar o sufrimiento. El sujeto neurótico, por ejemplo, es aquel cuya pulsión se satisface en los síntomas. Es en este contexto que el analista aparece como aquel que se ofrece a recibir la demanda de felicidad, pero el analista ya sabe que la demanda, como dice Lacan en La ética del psicoanálisis, es demanda siempre de otra cosa. Ahora bien, los pacientes llegan con la aspiración de ser felices... ¡cuando ya lo son! Es una paradoja: Demandan felicidad cuando ya gozan de la felicidad que les brinda la satisfacción de la pulsión en el síntoma.

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