75. Lo crítico de la adolescencia.

Lo que hace crítica a la pubertad es la reedición de los vínculos afectivos que se sostenían, o se sostienen todavía, con los padres y hermanos: la siempre presente rivalidad fraternal, la ambivalencia de sentimientos (odio y amor conjugados) frente a los padres y el dolor psíquico por la pérdida del cuerpo infantil (el cual ha sido el centro de atención narcisista y objeto del amor de los padres). A todo esto se le suma la necesidad de conquistar una autonomía que introduce una dinámica entre sumisión, respeto por la autoridad y la revisión de dicha autoridad y valores recibidos, lo que no se hace sin dificultades. Ir más allá de los padres, aventurarse frente a lo nuevo, conquistar otros ideales, asumir otras responsabilidades y hacerse cargo de otro sujeto persona como objeto de amor, se convierten a partir de ahora en preocupaciones permanentes, tanto para los padres, como para los hijos adolescentes.

Por lo anterior se podría decir que el adolescente es alguien que adolece, que padece de una falta, una “falta de juicio”, es decir, una falta de reflexión, sensatez y prudencia que le permitan desenvolverse como un adulto responsable de lo que hace y lo que dice. La realidad muestra la inestabilidad y el exceso con la que se conducen los jóvenes.

A todas estas contrariedades, que involucran fundamentalmente todo lo relacionado con la sexualidad del joven y su proceso de identificación (la conquista de una “identidad” sexual), la educación, la religión y la sociedad en general, responden con una formación en valores que rija la preparación del joven. El educador a pasado a asumir funciones que le corresponden, en principio, a los padres, y la pedagogía se ha convertido en un intento de regular toda esa serie de perturbaciones que se presentan en esta edad. La educación y las estrategias pedagógicas se proponen “domesticar” al joven, ayudarlo a introducirlo a la sociedad, apoyarlo en la búsqueda de un lugar en el mundo, colaborarle en el reforzamiento de sus vínculos sociales, es decir, terminar con aquello de lo que adolece.

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