83. Incompatibilidad de caracteres.

En toda relación de pareja habría que poner entre comillas la palabra "relación", ya que, si bien a una pareja le unen el amor, la pasión, intereses comunes, ideales, la educación de los hijos, etc., también existen cosas que la desunen: disgustos, desavenencias, conflictos, desengaños, etc.

Las parejas que discuten, pelean o se separan, se enfrentan en ese momento a una dura realidad: el hecho de que ninguna persona es el complemento de otra; el problema es que cuando se está enamorado se piensa que sí. Para decirlo de otro modo: en una pareja, uno siempre es incompatible con el otro. En toda "relación", por más coincidencias que se tengan, por más intereses comunes que se compartan, por más amor que haya, siempre habrá pequeñas o grandes diferencias.

Hay países en el mundo donde se admite como causal de divorcio lo que corrientemente se llama incompatibilidad de caracteres. Piénsese en el príncipe Carlos y su esposa Diana: cuando ella quería ir a bailar, él montaba a caballo, cuando él entraba, ella salía, y viceversa (Miller, 1999). Hay incompatibilidad, desencuentros, diferencias. Y cuando alguien ya no soporta más esas incompatibilidades, cuando alguien ya no quiere seguir siendo incompatible con el otro, entonces se separa. Las relaciones humanas siempre estarán marcadas por esta realidad: nadie fue hecho para ningún otro; si esto fuera así, no habrían separaciones o divorcios y las parejas convivirían siempre juntas, “hasta que la muerte los separe”.

Este real humano, el hecho de que no exista proporción entre las parejas, no quiere decir que no haya parejas que perduran, que logran convivir toda su vida, que comparten muchas de sus cosas, que disfrutan de estar juntos, que se aman, pero que sobretodo, han aprendido a soportar o tienen un profundo respeto por las diferencias del otro. Hay parejas que se soportan, se aguantan, y hay parejas que se respetan el uno al otro. Ese respeto profundo por las pequeñas diferencias solo se logra cuando cada cual reconoce verdaderamente y se hace responsable de las propias faltas y defectos.

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