140. Alarma en la aldea global.
La sociedad contemporánea atraviesa, desde mediados del siglo XX, por una serie de cambios intempestivos, sin precedentes, y para los cuales, al parecer, no esta aún preparada. Los avances de la ciencia y la tecnología van a gran velocidad, en respuesta, a su vez, a las exigencias de una economía de mercado que se ha impuesto en todo el mundo, sin medir sus consecuencias: por ejemplo,el hecho de que haya cada vez más y en todo el planeta, mayor injusticia social.
Los ideales tradicionales, los grandes ideales universales, que aseguraban una mayor continuidad en los estilos de vida, ya no sirven para guiar y coartar a los seres humanos, sino que, más bien, estos parecen encontrarse más libres que nunca para elegir sus propios valores y estilos de vida y hacer, en última instancia, lo que les venga en gana, bajo la égida de un individualismo rampante.
No se puede afirmar que los cambios producidos por el desarrollo de la ciencia y la tecnología hayan aportado una mayor felicidad, ni que hayan liberado al hombre de sus «patologías», sobretodo aquellas que afectan a las comunidades y a la convivencia; al contrario, la segregación, el terrorismo, el secuestro, el sectarismo y el fanatismo parecen haberse exacerbado en todo el mundo. Ha surgido un nuevo malestar en la cultura, que se manifiesta también en la aparición, a gran escala, de epidemias globales, tales como las toxicomanías, en su diversidad y gradación; la anorexia y extrañas formas compulsivas del comportamiento; los maltratos y la violencia intra y extrafamiliar, etc.
Todo esto debe ser motivo de alarma para todos, al convertirse, dicho malestar, en una amenaza para los vínculos sociales. Las respuestas a la proliferación de este tipo de problemas oscilan entre la represión y criminalización, haciendo de los Estados entes cada vez más policivos, y la comprensión e irresponsabilización de las personas concernidas en ellos, lo que conduce a una insensatez generalizada que hace caótica la vida en comunidad. ¿Son estas respuestas valederas? Es para meditarlo.
Los ideales tradicionales, los grandes ideales universales, que aseguraban una mayor continuidad en los estilos de vida, ya no sirven para guiar y coartar a los seres humanos, sino que, más bien, estos parecen encontrarse más libres que nunca para elegir sus propios valores y estilos de vida y hacer, en última instancia, lo que les venga en gana, bajo la égida de un individualismo rampante.
No se puede afirmar que los cambios producidos por el desarrollo de la ciencia y la tecnología hayan aportado una mayor felicidad, ni que hayan liberado al hombre de sus «patologías», sobretodo aquellas que afectan a las comunidades y a la convivencia; al contrario, la segregación, el terrorismo, el secuestro, el sectarismo y el fanatismo parecen haberse exacerbado en todo el mundo. Ha surgido un nuevo malestar en la cultura, que se manifiesta también en la aparición, a gran escala, de epidemias globales, tales como las toxicomanías, en su diversidad y gradación; la anorexia y extrañas formas compulsivas del comportamiento; los maltratos y la violencia intra y extrafamiliar, etc.
Todo esto debe ser motivo de alarma para todos, al convertirse, dicho malestar, en una amenaza para los vínculos sociales. Las respuestas a la proliferación de este tipo de problemas oscilan entre la represión y criminalización, haciendo de los Estados entes cada vez más policivos, y la comprensión e irresponsabilización de las personas concernidas en ellos, lo que conduce a una insensatez generalizada que hace caótica la vida en comunidad. ¿Son estas respuestas valederas? Es para meditarlo.
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