236. El Yo-ideal en el estadío del espejo.

Durante el Estadio del Espejo se presenta un contraste entre la imagen ideal que el niño observa frente al espejo y su incoordinación motriz; ese contraste es sentido por el sujeto como una rivalidad con su propia imagen, porque la completud de la imagen amenaza al infante con la fragmentación; dicho de otra amnera, la imagen ideal le recuerda a él la incompletud en la que se encuentra: no logra controlar los movimientos de su cuerpo. Así pues, en el estadio del espejo se produce, de esta manera, una «tensión agresiva» entre el sujeto y la imagen. La angustia provocada por esta sensación de fragmentación impulsa la identificación con la imagen especular, identificación que lleva a constituir el Yo: la imagen que el sujeto se hace de sí mismo.

Lacan señala que esa forma primordial con la que el infante se identifica, debería designarse como yo-ideal, para hacerla entrar, dice él, en un registro conocido: el de las identificaciones secundarias, las cuales tienen como función brindarle al sujeto una «normalización libidinal». Así pues, la imagen del cuerpo propio en el espejo –yo ideal–, es el soporte de la identificación primaria del niño con su semejante, y se constituye en la fuente de las identificaciones secundarias que le permitirán al sujeto establecer y organizar su relación con sus semejantes y la cultura. Pero el punto importante que Lacan quiere destacar aquí, es que esa forma primordial “sitúa la instancia del yo, aún desde antes de su determinación social, en una línea de ficción, irreductible para siempre por el individuo solo”. (Lacan, 1984, p. 87)

Esta Gestalt de la imagen corporal le da entonces forma a lo que se denomina en el sujeto el Yo. Lacan dice que ella “simboliza la permanencia mental del yo [je] al mismo tiempo que prefigura su destinación enajenadora”. (1984, p. 88)

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