245. La reducción de la verdad a la cifra.

Un aspecto importante que se observa en el paradigma neuropsicológico -que busca las causas del comportamiento en el quimismo del cerebro- es que la estadística se constituye en la verdad; es la reducción de la verdad a la cifra, a la estadística. Toda la investigación neuropsicológica se presenta en cifras, y las cifras, es decir, el número de casos en los que se observa cierta actividad cerebral, dan cuenta de la misma. Todo se vuelve cantidad, incluso la cualidad. ¿Cómo cuantificar la tristeza, la alegría o el amor? Este es un punto de vista, como lo señala claramente Miller (2008), radicalmente opuesto al de la clínica psicoanalítica, que toma los sujetos uno por uno. Como también es opuesto el abordaje del síntoma por parte de ambos paradigmas: mientras que para las neurociencias el síntoma es médico, es decir, observable, el síntoma en el psicoanálisis no es objetivo, no se puede observar desde el exterior.

¿Este tratamiento de las personas como máquinas acaso será aceptado por los sujetos? Este era el sueño de Skinner, fundador del conductismo, quien escribió una novela titulada Walden Two (1948), en la que plantea la utopía de una comunidad regida por principios conductistas, obra calificada como "siniestra" por el New York Times de esa época, y que manifiesta ese deseo de control y de dominio de Skinner. Él afirmaba que "la libertad es un lujo, un riesgo, que la sociedad no puede permitirse". El problema es que hoy esa afirmación, en esta época del ciframiento y de la biología molecular, tiene el respaldo científico para llevarse a cabo.

Comentarios

LEON PLATA dijo…
Los reducidos esquemas del paradigma neuro psicológico bien pueden compararse con la Ingeniería de sistemas, donde los hombres somos máquinas programables, suceptibles de ser modificados mediante un diagrama de flujo. En cierta forma los psiquiatras, neurólogos, psicólogos y médicos en general (no faltará el sociólogo) que apelan al conductismo obran como unos tecnócratas de la mente. En cuanto a los sujetos, pues, no pensamos mucho; el Tinglado está fuertemente cohesionado y para ello cuentan con los consabidos medios de dominación psíquica de las masas. Así que de alguna manera estamos programados para consumir; manipulan el deseo hacia ese objeto mercantil; por eso en vez de cuestionar la estadística neuropsiquiátrica, le ofrecemos el rango de verdad absoluta e incuestionable. Es una de las razones por las cuales el mercado de psicofármacos es hoy en día casi tan redituable como el mercado del petróleo. El círculo se cierra en ese punto de consumo: el sujeto se droga, y al hacerlo aliena su historia; y como no creo que pueda haber sujeto sin historia para narrar, pues la subjetividad desaparece, y he ahí que como autómatas, respondemos.
LEON PLATA dijo…
Hablo desde un pequeño pueblo del oriente colombiano donde la fluoxetina se vende como pan caliente y sin fórmula en todas las farmacias. Ahora bien, hay un par de psiquiatras y uno de ellos, el más prestigioso, atiende aproximadamente un 60% de los casos de depresión - cuyo número es alarmante- ; digo esto porque precisamente atiende "casos" no personas, y a todos trata por igual: fluoxetina o paroxetina genérica para las EPS, y Seroxat o Prozac en las consultas privadas. Por supuesto, no se toma el trabajo de al menos enterarse que cada uno de sus pacientes es único en su subjetividad. Así que este pueblo está dopado, y al menos en unas cuantas personas que conozco, no ha habido mejoría alguna en tres, cuatro y hasta cinco años de tratamiento químico (ha habido empeoramiento). Cómo no hay mejoría, el psiquiatra en vez de reconocer su yerro, receta sustancias más ofensivas: diazepán, por ejemplo. Si la depresión paraliza al sujeto como actor social y laboral, lo que lógicamente se busca es su inserción en esos colectivos sociales; pero los psicofármacos lo aíslan más; lo anula más.
Empero, el autómata sigue marchando a la oficina- perdón, al consultorio- del psiquiatra; de alguna manera lo ha deificado. El psiquiatra es, al menos, un padre protector, que lo "salva" de tener que pensar, o de enfrentarse a sus miedos, a sus dolores, a sus deseos... Aunque sigan sufriendo horrores inefables, los hombres desprovistos de sus significaciones, ven en el psiquiatra y en sus sustancias químicas, la exoneración total del sufrimiento vital, es decir la exención de tener que chocarse consigo mismo.
" Para redondear" como en asamblea universitaria, comento que en una charla sostenida con una bella psicóloga, quien además de su sensual boca, y fulgurantes ojos, poseía un discurso muy elaborado que le brotaba con la fluidez de una caída libre de agua, esta me decía, con gesto dictatorial, pero al tiempo con seductora dulzura - cosa que me recordó ipso facto a la enfermera de " Alguien Voló sobre el Nido del Cuco, de Millos Forman- que los primero que sugería a sus pacientes es que dejaran de pensar porque el pensamiento era muy contraproducente. Yo cuestionés sus ideas , pero esa noche, solo, en mi cama, temí por mi subjetividad...es muy tentador eso de no pensar. La disculpé, haciéndome creer a mi mismo que ella se refería a esos episodios neuróticos donde los pensamientos desbocados, ocasionan terremotos emocionales y entonces el sujeto tiene ponerle riendas a los mismos.
Pero dormí y desperté más "sensato" y de inmediato, me puse a pensar. Me avergüenzo ahora pensando como seduce eso de no ser sujeto, eso de no pensar, de no actuar... la muerte es muy seductora sin duda alguna...
Pd: este es un comentario poco informado, muy espontáneo. Una pilatuna de lego, pero he leído varios post de este blog y siempre me había inhibido de comentar por sus vastos conocimientos psicoanalíticos y por la calidad literaria de tus entradas. Empero aquí estoy, hablando por lo menos, tratando de ser sujeto. Creo que este comentario irá a dar uno de mis despistados blogs como entrada..
Saludos, y muchas gracias por sus invaluables aportes.

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