339. Dialéctica del amo y el esclavo y circuito de reconocimiento.

Si el deseo humano es el deseo del Otro, esto introduce la dimensión del reconocimiento: el deseo es en última instancia, dice Kojève, deseo de reconocimiento. Lacan adopta esta tesis que viene de Hegel y explica como, para lograr el reconocimiento deseado, el sujeto tiene que arriesgar su propia vida en una «lucha de puro prestigio». El deseo humano está mediado por el deseo de otro que dirige su deseo hacia un objeto. A partir de este momento, se desea lo que el otro desea, y el sujeto puede hacer que el otro reconozca su derecho a poseer ese objeto. Es humano desear lo que otros desean, por el sólo hecho de que ellos lo desean.

En esa lucha por puro prestigio en el que el sujeto se debate por el reconocimiento de su deseo por parte de otro, en esta situación, decía, cada uno debe querer dar muerte al otro, único camino para resolver la confrontación por el objeto de deseo. Aquí no hay acuerdo posible, de tal modo que en esta relación dual aparece un "o yo o el otro" esencial que, según Hegel, se resuelve en la división entre el amo y el esclavo: “el amo se enfrenta con la muerte y el esclavo cede ante el riesgo de la muerte, porque reconoce al otro pero no es reconocido por él.” (Miller, 1998. p.52).

A partir de aquí Lacan va a fundar un «circuito de reconocimiento» que va más allá de la posición variable del amo y del esclavo, en la que el amo, por no reconocer a nadie, no es reconocido en su humanidad ni siquiera por el esclavo. Así pues, el sujeto necesita reconocer al otro para poder ser reconocido por él. La identidad del sujeto emerge en el reconocimiento que el otro le devuelve. Aquí se puede ver la vertiente simbólica del deseo en el deseo de reconocimiento, en la medida en que se introduce un pacto entre los sujetos.

Así pues, Lacan introduce una fórmula general del deseo, que diría que el deseo es deseo de reconocimiento del deseo; se trata aquí de un deseo que tiene como único objeto y única satisfacción, el ser reconocido por el otro. Es un deseo sin sustancia, evanescente, que depende profundamente del reconocimiento. Entonces a la pregunta ¿qué es el deseo?, la respuesta es: deseo de hacer reconocer el deseo. “El propio deseo no es nada más que el reconocimiento del deseo” (Miller, 1998. p.55).

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