474. «La agitación y el movimiento son propios de la infancia»

Hasta el día de hoy, no existen evidencias científicas "de que eso que llamamos TDAH sea algo rigurosamente establecido desde el punto de vista científico. Ni marcadores biológicos ni evidencias genéticas" (Ubieto, 2018). En efecto, el mismo DSM IV dice lo siguiente: “Esta entidad clínica descarta toda base orgánica, no hay pruebas de laboratorio que hayan sido establecidas como diagnósticas en la evaluación clínica del trastorno por déficit”, es decir que no hay un daño neurológico, no hay una lesión cerebral real. Entones, ¿por qué se sigue diagnosticando el trastorno de hiperactividad? El inventor de este término, Leon Eisenberg, dijo poco antes de morir, a sus 87 años, que el TDAH es una enfermedad ficticia, que él la inventó para responder a un síntoma que se viralizaba a mediados del siglo XX. Se trata de niños que encuentran dificultades para aprender, porque son inquietos, no prestan atención, no obedecen, son distraídos, es decir, niños que hacen demandas que habría que atender con inmediatez, antes de que hagan un berrinche. Probablemente los niños no harían berrinche si los padres no corren a atender sus demandas. Así de simple.

El TDAH es un síntoma que se presenta fundamentalmente en el contexto educativo, ya que este le hace a los niños un sinnúmero de demandas: atención, obediencia, quietud, disciplina, etc. Pero, ¿qué niño no es inquieto? "La agitación y el movimiento son propios de la infancia y no tienen, en ellos mismos, nada de patológico" (Ubieto, 2018). Los niños inquietos, es decir, casi todos, enfrentan una serie de dudas e inquietudes que son normales durante su desarrollo, "preguntas del tipo ¿qué lugar tengo yo en ésta familia? ¿Qué soy, como hijo, en el deseo de mis padres? ¿Perderé su amor si les fallo o me confronto a ellos? ¿Por qué prefieren a mi hermano/a?" (Ubieto). Todo niño se ve enfrentado a resolver estas preguntas que tienen que ver con su ser y su existencia dentro de una familia o contexto que lo acoja y le brinde lo necesario, no solo para sobrevivir, sino, sobretodo, que le brinde amor. Lo más importante para todo niño, desde el momento que nace, es sentirse amado.

Para responder esas preguntas que los angustia y los agita, el niño recurre a sus recursos simbólicos, es decir, el lenguaje y la palabra; pero si estos recursos son precarios, "sea por la edad u por otras razones, siempre les queda el paso al acto, “hablar con el cuerpo” para encontrar alguna respuesta o al menos tranquilizarse" (Ubieto, 2018). En efecto, en ocasiones, cuando el niño está muy agitado y no se calma, estamos frente a un niño que sufre por algo, algo a lo que le falta ponerle palabras; por eso hay que buscar la manera de escucharlo. "Allí es donde debemos poner nuestros esfuerzos clínicos y, cuando sea necesario, recurrir a la medicación" (Ubieto). Lacan ya lo había señalado en «Dos notas sobre el niño»: la posición del niño responde a lo que hay de sintomático en la pareja; de cierta manera, el niño es el síntoma de los padres, es el síntoma de lo que no marcha en la relación de pareja.

Para los padres es un alivio que su hijo necio, que no se queda quieto y hace berrinches, sea diagnosticado con TDAH, ya que esto los desresponsabiliza de lo que le puede estar pasando al niño; y a su vez, el niño queda desresponsabilizado de su comportamiento hiperactivo: «no soy yo, es mi trastorno». No deja de ser un alivio para todos "reducir todo este embrollo a una cuestión objetiva y localizada en el cerebro o el cuerpo, como cualquier enfermedad" (Ubieto, 2018); pero como ya vimos, no hay evidencias científicas que den cuenta de dicho trastorno, por más que los neuropsicólogos así lo afirmen, mostrando los escaners o electroencefalogramas del niño. Ya Lacan lo advertía, en 1946: "los riesgos futuros no vendrían de la indocilidad de las personas sino de la pasión por etiquetar y reducir las complejidades humanas a categorías simples" (Ubieto). Lo que pasa es que a los neuropsicólogos se les olvida que lo subjetivo existe e insiste, que la subjetividad no se reduce al cerebro. ¿Qué es lo subjetivo? Pues lo psíquico, el psiquismo, eso tan extraño que llamamos la «psique» y que es el objeto de estudio de la psicología, eso que no se localiza en ningún lugar del cerebro, así se necesite de este para funcionar. Si el psiquismo y la subjetividad se redujera al cerebro, los psicólogos estudiarían medicina y la psicología no existiría.

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