476. El complejo de castración

La investigación sexual de los niños es una de las características más importantes de la sexualidad infantil. Ella comienza bien temprano en la infancia, antes del tercer año de vida, dice Freud (1916/17), y no arranca de la diferencia sexual, que nada significa para los niños, ya que el niño, por lo menos el niño varón, atribuye a ambos sexos el mismo genital: el masculino. A este período de la vida del niño Freud lo denominó «fase fálica», la cual sería la tercera fase del desarrollo psicosexual del niño, después de la fase oral y la fase sádico anal, y antes de la fase genital.

Durante la fase fálica, entonces, los genitales de ambos sexos no desempeñan ningún papel, sino solo el masculino. "Los genitales femeninos permanecen por largo tiempo ignorados" (Freud, 1940, p. 152), y solo interesa, a niños y niñas, el genital masculino, es decir, el falo, ya que es el que pueden observar claramente. Por lo tanto, niños y niñas parten de la «premisa universal del pene», es decir, de la suposición de la presencia del genital masculino en todos los seres humanos. En los niños esto es muy claro, pero ¿por qué en las niñas también? Porque cuando las niñas descubren la diferencia sexual, ellas la subjetivan pensando que a ellas les falta el falo, es decir, que a ellas o no les dieron uno, o se lo quitaron, o no les creció. La referencia es entonces a la presencia del falo en todos los niños.

¿Cómo subjetiva el niño varón la diferencia sexual? El dirá que hay seres en el mundo que les falta lo que él sí tiene, lo cual para él es algo amenazante; al ver que hay seres en el mundo que no tienen pene, él supone que lo han perdido o que se lo han cortado; él se va a angustiar por esto, y a esto Freud (1916) lo llamó «angustia de castración». Entonces, al descubrir el niño varón que una hermanita o una compañera de juegos no tiene idénticos genitales a los de él, la primera reacción del niño será "desmentir el testimonio de sus sentidos, pues no puede concebir un ser humano semejante a él que carezca de esa parte que tanto aprecia" (Freud, 1916/17, p. 290).

Entonces, hasta ahora tenemos lo siguiente: Freud llama «complejo de castración» al encuentro de los niños con la diferencia sexual anatómica. ¿Cómo subjetivan niños y niñas la diferencia sexual? ¿Cómo inscriben la diferencia sexual en el psiquismo? Niños y niñas subjetivan dicha diferencia diciendo: "los niños tienen pene, las niñas... no tienen pene"; nunca los niños y las niñas subjetivan la diferencia sexual diciendo: "los niños tienen pene y las niñas tienen vagina". Subjetivar el pene significa que este recibe por parte del sujeto, una significación. La significación que le da el sujeto al pene es lo que hace de él el falo. El falo es, entonces, el nombre que recibe el pene una vez éste ha sido significantizado, es decir, subjetivado por el sujeto. Y la forma como subjetivan niños y niñas al falo es: “está o no está”. Es cuestión de tener o no tener.

Como ya se indicó, los genitales femeninos a esta edad del niño (entre tres y cinco años) son ignorados, no tienen ninguna importancia, ya que lo que pesa en los niños es lo que observan, lo que ven; “hasta hoy -dice Miller (2002)- es un hecho que un tengo esencial, primordial, recae sobre el pene” (pág. 153), recae sobre eso que se ve, y lo que ven niños y niñas es que hay seres que tienen algo que a los otros les falta; es así como se subjetiva ese tener o no tener un pene, es así como se subjetiva la diferencia sexual en ambos sexos. Por eso lo que Freud llamó «castración» es una castración simbólica; no es una castración real: a nadie se le corta nada; la falta de pene que se introduce en la niña es simbólica.

Así pues, todo infante suele creer que todos los seres del mundo tienen un solo genital, el masculino. Tanto para la niña como para el niño, sólo el genital masculino es tenido en cuenta a la hora de establecer la diferencia sexual. El genital femenino, como ya se dijo, no significa nada para ellos; se le puede explicar la diferencia sexual a una niña diciéndole que los niños tienen pene y las niñas vagina, pero esto no le dice nada. Lo que sí le dice algo es lo que ella observa: que hay seres que tienen un apéndice que ella no. Igual el niño: en el momento de su encuentro con la diferencia sexual, el niño no puede creer lo que ve: que existen seres que no tienen lo que él sí tiene.

Entonces, en un primer momento, el niño tiene la creencia de que todos tienen pene. “Así como soy yo, así debe ser todo el mundo”. No existe en la psiquis del niño la posibilidad de que alguien no lo tenga. En un segundo momento el pene es algo presente en los niños pero que falta en las niñas; entonces él piensa que puede perderlo; considera que la niña no lo tiene porque lo perdió. A su vez, la niña considera que el varón, por tener un pene, es completo, y que ella ha sido privada de ese órgano, que no se le dio. Esto la lleva a sentirse incompleta, inclusive inferior al niño, entonces va a desear querer tener uno, tener un pene. A este deseo Freud lo llamó «envidia del pene»; esto lleva a muchas niñas a comportarse como los niños: empiezan a orinar de pie, o a jugar los juegos de los niños: fútbol, etc. Ella tampoco se resigna a no tener lo que el niño sí tiene, y desea uno para ella.

El tener el falo no es ninguna ventaja para los hombres, ya que temen perderlo -angustia de castración-; por eso se dedican a cuidar lo que tienen: su pene, su dinero, su mujer, esa con la que hacen ostentación de lo que tienen, al igual que con su moto, su automóvil o sus lujos, ostentación que los hace ver como unos idiotas. Las mujeres no tienen falo, pero desean tener uno -envidia del pene-; para eso recurren a sustituir simbólicamente el falo por otros objetos: un hijo por ejemplo (Brodsky, 2004). Así pues, a las mujeres les va mejor: como no tienen nada que perder, no padecen de la angustia de castración. Esto las hace más aguerridas y más decididas con lo que desean en la vida.

Por último: el complejo de castración vale para ambos sexos, solo que niños y niñas lo viven de una manera diferente: los niños temen perder lo que tienen, las niñas, en cambio, desean uno para ellas. Estas dos posiciones, en unos y otras, tendrá enormes consecuencias en la posición subjetiva como hombres y como mujeres.

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