478. «No todo lo que llevamos dentro es agradable»

El psicoanálisis nos enseña algo que al sujeto le cuesta mucho reconocer: "no todo lo que llevamos dentro es agradable" (Dessal, 2018). Esto contradice el discurso que impera socialmente y que invita a sacar lo mejor de nosotros mismos, o de ser cada día mejores personas, o que los seres humanos somos bellas personas, etc. La verdad es que no vamos a ser mejores personas, ni vamos a superar esa parte de nosotros mismos que permanente nos boicotea. Hay algo oscuro dentro de nosotros muy difícil o imposible de cambiar, y lo mejor que podemos hacer con esa parte oscura -eso que el psicoanálisis llama síntoma-, es enfrentarlo. "Reconocer nuestros problemas, nuestros dramas, de no darles la espalda. Eso vuelve la vida un poco más digna. Reconciliarnos con la verdad de que no todo lo que llevamos dentro es agradable" (Dessal).

Ese lado oscuro que todo sujeto tiene, su demonio interno, eso que el psicoanálisis denomina la pulsión, también contradice "esa ideología que reina actualmente de que los seres humanos siempre pueden encontrar la felicidad" (Dessal, 2018). Ser feliz se ha convertido en algo imperioso en la sociedad contemporánea; "se promueve la idea de que la felicidad está al alcance de todo el mundo" (Dessal), siempre y cuando seas alguien que se ha adaptado al "sistema", ese
"conjunto ordenado de normas y procedimientos que regulan el funcionamiento de un grupo o colectividad" (Diccionario de Google). Además, la felicidad en esta sociedad de consumo, se asocia con la idea de poseer bienes y comprar. Ya lo indicó Bauman (2016) claramente: "En el mundo actual todas las ideas de felicidad acaban en una tienda". Con un agravante: si no se responde a esta demanda imperiosa de consumir, el sujeto pasa a ser un fracasado, un perdedor. Y en efecto, así se sienten muchos de los sujetos que no logran hacerse a los bienes que los ricos sí, lo que los conduce a endeudarse o buscar la manera de hacer dinero fácil. Esto conduce al sujeto contemporáneo a un círculo vicioso sin fin: trabajar para consumir, para endeudarse, lo cual obliga a seguir trabajando para pagar las deudas que no terminan, como un barril sin fondo, y en eso se va la vida. Ya lo dijo Mujica (2016): "No compras con plata. Compras con el tiempo de tu vida que gastas para conseguirla". Así pues, es una falacia pensar que todo el mundo, si se lo propone, podría ser feliz (Dessal).

El psicoanálisis sabe que el sujeto no puede resolver muchas cosas; "en análisis, se analizan los síntomas pero se llega a un punto en el que se tropieza con un límite" (Dessal, 2018). Ese límite marca la infelicidad del sujeto, eso que, por más que se lo proponga, no logra cambiar; eso que insiste, que se sigue repitiendo y que señala lo desagradable que hay dentro de él y que lo boicotea. La terapia psicoanalítica le va a permitir al sujeto cambiar la forma en la que ese síntoma, ese dolor, ese sufrimiento opera en su vida. Se puede modificar la relación del sujeto con ese síntoma último que se sabe que está ahí y que no puede cambiar, pero con el que se puede y se tiene que aprender a convivir (Dessal), su partener-síntoma.

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