544. ¿Los psicoanalistas tienen intereses sociales?

Miller (2004), en su intervención en el VII Congreso de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis) celebrado en Comandatuba, Brasil, advirtió que «los analistas tienen intereses sociales, no son parásitos sociales. Promueven el avance del psicoanálisis para protegerse de los efectos devastadores del discurso de la ciencia, intentando responder a las cuestiones del discurso contemporáneo». Durante este congreso, Miller habló sobre el papel del psicoanálisis en la sociedad contemporánea y su relación con los discursos predominantes de la época, incluyendo el discurso de la ciencia. Destacó la responsabilidad social de los psicoanalistas y su interés en promover el psicoanálisis como una forma de responder a los desafíos planteados por estos discursos.

El psicoanálisis ha descubierto la influencia de los requerimientos sociales en la causación de la neurosis. Freud siempre sostuvo que el aumento de las afecciones nerviosas es un producto de la exigencia cultural que aportan la educación, el ejemplo y los discursos contemporáneos. Así, el niño que produce espontáneamente las represiones de lo pulsional no hace sino repetir un fragmento de la historia de la cultura humana. Desde esta perspectiva, se remarca el carácter fundante de ese Otro social en la constitución del psiquismo, es decir, el sujeto no es sin el Otro. Desde las primeras líneas de «Psicología de las masas y análisis del yo», Freud rechaza la oposición clásica entre psicología individual y psicología social, destacando que en la vida psíquica del individuo hay constantemente otro, el cual es tomado como modelo, semejante, objeto o rival, y que, por lo tanto, la psicología individual es siempre psicología social.

El discurso psicoanalítico también transmite una oposición entre la ética de las buenas intenciones y la ética de las consecuencias, de los resultados. La ética de las consecuencias es contraria a la ética de la intención, la cual se guía por la ley del corazón y el delirio de presunción de las almas bellas. Una ética de las consecuencias permite juzgar los actos, es decir, que los actos de los sujetos dependan de sus consecuencias, y no de sus buenas intenciones.

Que un psicoanalista —por lo menos uno que no se llame a engaño— llegue armado a pensar los problemas sociales de la comunidad en la que actúa, con el saber que le proporcionan conceptos como «sujeto del inconsciente» y «pulsión de muerte», le permitirá intervenir y pensar dichos problemas de forma muy diferente a como lo haría desde el sentido común. Este suele pensar que el ser humano tiende a buscar su propio bienestar y el de los demás, pero el psicoanalista estará, por lo menos, advertido de que lo malo no solo es lo perjudicial y dañino para un sujeto, sino también lo que este desea y lo que en muchas ocasiones le brinda satisfacción. Se trata, por supuesto, de una satisfacción que está del lado del mal y no del bienestar. Saber que en los seres humanos existe ese empuje, ese gusto por el mal, le da al psicoanalista una posición diferente a la del sentido común, muy frecuente entre los psicólogos, de no llamarse a engaño sobre las dificultades que enfrentará en el abordaje de los vínculos sociales.

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