561. El objetivo de un análisis: reconstruir la historia del sujeto

Lacan (1981) en su seminario sobre Los escritos técnicos de Freud (Seminario 1), hablando de lo que piensa el discurso común de lo que es una terapia psicoanalítica, dice que éste supone que su objetivo es alcanzar el autocontrol, fortalecer la voluntad y eliminar las pasiones que desbordan al sujeto; que se buscaría una especie de dominio racional sobre los impulsos, un estado de calma y equilibrio donde el "yo" está firmemente al mando; Lacan va a presentar un objetivo radicalmente distinto. Para él, el análisis no busca crear un individuo "perfecto" o impasible. El verdadero propósito es capacitar al sujeto para sostener el "diálogo analítico". Esto no es simplemente hablar, sino el arte de usar el lenguaje para navegar los puntos de fricción del propio discurso, para decir la verdad por más conflictiva que sea, sin ceder prematuramente al silencio ni a la actuación. Se trata de hablar a través de las propias resistencias.

Así pues, el ideal del análisis no es el completo dominio de sí y la ausencia de pasión. Es hacer al sujeto capaz de sostener el diálogo analítico, de no hablar ni demasiado pronto, ni demasiado tarde. El análisis no es un entrenamiento para la perfección moral o el control absoluto. Es un espacio para aprender a habitar la propia complejidad, para darle palabra a lo que constituye al sujeto sin intentar suprimirlo. La meta no es, entonces, la ausencia de pasión, sino la capacidad de que el sujeto hable desde ella.

Otra noción extendida en el discurso común es que el análisis consiste en excavar el pasado para "revivir" recuerdos traumáticos reprimidos, como si la cura dependiera de la intensidad emocional de la remembranza. Lacan establece una diferencia fundamental que cambia todo el panorama: una cosa es "el pasado" (lo que simplemente ocurrió) y otra muy distinta es "la historia": el pasado que se narra se organiza y adquiere sentido en el presente, a través del lenguaje.

Para él, el progreso analítico no depende tanto de la capacidad del sujeto para revivir vívidamente un recuerdo, sino de su habilidad para construir una narrativa coherente de su historia. Lo crucial no es la exactitud factual de la memoria, sino la verdad que emerge en el acto simbólico de contarla y reconstruirla. Que el sujeto reviva, rememore, en el sentido intuitivo de la palabra, los acontecimientos formadores de su existencia, no es tan importante. Lo que cuenta es lo que reconstruye de ellos.

Este punto es crucial porque desplaza el foco de la "exactitud" de los recuerdos a la "verdad" de la narrativa que el sujeto elabora sobre sí mismo. La historia del sujeto no es una reliquia enterrada que debe ser desenterrada intacta, sino una construcción activa que adquiere su significado en el presente, a través de la palabra dirigida a otro, al analista.

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