486. Sobre la transferencia de afectos en Freud

¿Se interesa el psicoanálisis en la vida afectiva de los seres humanos? Los que hacen una crítica al psicoanálisis, suponen que él es muy racionalista, ya que invita a pensar, a razonar, a saber sobre la causa del sufrimiento y los síntomas neuróticos -lo cual es cierto-. Pero el mismo Freud decía: "como psicoanalista debo interesarme más por los procesos afectivos que por los intelectuales, más por la vida anímica inconciente que por la conciente" (1914, p. 246). Claro, y sobretodo porque a la cura se entra por la puerta del amor (Miller, 1989). La transferencia misma, ese conjunto de afectos que se presentan entre el paciente y el analista, no es otra cosa que amor; amor de transferencia, la llamó Freud. En efecto, Freud, observa cómo los pacientes transfieren una serie de afectos a la persona del analista, repitiendo "relaciones anteriores con otras figuras, especialmente con los progenitores" (Evans, 1996).

¿Qué mejor texto para explicar esa transfernecia de afectos que el de Sobre la psicología del colegial (1914)? Aquí Freud se ocupa de la transferencia, ya no sobre la persona del analista, sino del profesor. Freud describe en este texto el interés que demuestran los estudiantes hacia sus profesores y cómo aquellos los cortejan o se apartan de ellos, les manifiestan simpatías o antipatías, se fijan en su carácter y provocan intensas revueltas, o simplemente se asume frente a ellos la más total sumisión; se espían sus pequeñas debilidades y se sienten orgullosos por su saber y su sentido de la justicia (Freud).

La explicación en Freud no se deja esperar; él dirá que las actitudes afectivas hacia otras personas, tan relevantes en la posterior conducta de cada sujeto, quedan establecidas en una época temprana de la vida: "Ya en los primeros seis años de la infancia el pequeño ser humano ha consolidado la índole y el tono afectivo de sus vínculos con personas del mismo sexo y del opuesto; a partir de entonces puede desarrollarlos y trasmudarlos siguiendo determinadas orientaciones, pero ya no cancelarlos. Las personas en quienes de esa manera se fija son sus padres y sus hermanos. Todas las que luego conozca devendrán para él unos sustitutos de esos primeros objetos del sentimiento" (Freud, 1914, p. 248-49). Así pues, todas las personas que posteriormente conoce un sujeto -médicos, terapéutas, jefes, educadores y hasta la pareja que se elige-, todas ellas reciben esa herencia de sentimientos que vienen de las primeras relaciones de objeto que se establecen en la primera infancia al lado de los padres y cuidadores.

Así pues, cuando un sujeto siente simpatía o antipatía hacia una persona o su docente, a cuya adquisición ellos han contribuido poco, ese sentimiento no es gratuito; se ha producido una transferencia de afectos desde esos primeros objetos de amor y odio (ambivalencia de sentimientos) que se consolidan en la primera infancia, hacia las personas que se conocen ahora, en el presente; igualmente, "toda la elección posterior de amistades y relaciones amorosas se produce sobre la base de huellas mnémicas que aquellos primeros arquetipos dejaron tras sí" (Freud, 1914, p. 249).

Se comprende ahora lo que sucede en el encuentro con los maestros -y las demás personas que se conocen en la vida adulta-. Ellos se convierten en sustitutos del padre o de la madre y se transfiere sobre ellos el respeto y las expectativas de los padres de aquellos años infantiles, y se empieza a tratarlos como a los padres en casa. Se les dirige sentimientos tiernos o agresivos, es decir, se les sale al encuentro con la ambivalencia de sentimientos que se adquirieron en la familia, y con el auxilio de esta actitud se combate con ellos como se estába habituado a hacerlo con los padres en la primera infancia (Freud, 1914).

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