488. ¿Por qué no hay relación sexual?

Cuando se lee «la relación sexual no existe», es mejor traducir esta fórmula por «la proporción sexual no existe», lo que quiere decir que los hombres no están hechos para las mujeres ni las mujeres para los hombres, que no hay proporción entre los sexos, que los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus, que son "razas" diferentes, destinadas al desencuentro. Por eso, decir que la relación sexual no existe no significa que no exista el coito; claro que existe el coito, basta con ver el crecimiento de la población mundial. La fórmula lacaniana «No hay relación sexual», da cuenta de un descubrimiento freudiano: que en el inconsciente hay algo que no se inscribe, y eso que no se inscribe en el inconsciente es el Otro sexo, es decir, que para inscribir en el inconsciente la diferencia sexual, solo se cuenta con un significante: el falo. Esto significa que en el lugar del Otro solo existe un significante con el que se nombra a los dos sexos, el masculino y el femenino, y por lo tanto hay un agujero en el saber. En el lugar del Otro, tesoro de los significantes, falta el significante con el que se podría inscribir el Otro sexo.

Así pues, en el inconsciente sólo existe un significante para nombrar la diferencia sexual; falta entonces uno, uno que no se inscribe en el inconsciente. No existe en el inconsciente el significante que represente al Otro sexo. Con el significante «falo» marcamos la difernecia sexual diciendo: los niños tienen falo, las niñas NO lo tienen. Con un solo significante se nombran dos cosas diferentes así: se lo tiene o no se lo tiene. Los que lo tienen -el falo- se inscriben dentro del conjunto de los hombres, y las que no lo tienen se inscriben dentro del conjunto de las mujeres. Como no existe en el inconsciente el significante que represente al Otro sexo, esto es lo que lleva a Lacan a decir que «la mujer no existe», en la medida en que la mujer representa al Otro sexo. Así pues, el «falo» es un significante que sirve para identificar a ambos sexos: los que lo tienen son los hombres y las mujeres son aquellas que están privadas de él. Esta es la razón por la que se dice que el falo es un significante sin par: no hace pareja con ningún otro significante, de tal manera que en el lugar del Otro -tesoro de los significantes- sólo existe un significante para señalar la diferencia sexual, y no dos. Es como si faltara el significante que permitiría identificar al Otro sexo.

Eso imposible de nombrar en el inconsciente es lo que el psicoanálisis denomina «lo real»; eso imposible de escribir, ese real, eso es la no relación sexual. Miller (1999) indica que la no relación sexual es como una página en blanco, como algo no escrito, algo que falta en el luger del Otro, un agujero en el lugar del Otro; y eso que falta en el lugar del Otro es precisamente el significante para nombrar el Otro sexo, el sexo femenino, es decir, a la mujer, y “es porque no ha sido escrito por lo que hay que escribir y hablar tanto de ello.” (Miller, p. 19).

Hay, entonces, un saber que la ciencia no puede resolver y es que no hay modo de saber qué es un sexo para el otro. Esto es el agujero real en el Otro, en lo simbólico. Cómo arreglárselas con el otro sexo es algo que no está escrito en las leyes de la naturaleza, en lo real (Miller, 1999). Algo falla entre los hombres y las mujeres, por eso las cosas no andan bien entre ellos. “…hay algo en la relación entre lo sexos que no tiene fórmula.” (Miller, p. 28). Basta que un sujeto recurra a un psicoanalista y va a hablar de eso que no anda. El psicoanálisis de cierta manera vive de eso que no anda entre los sexos. Muchos llegan a pensar que ese problema desaparece si hay igualdad entre los sexos. Esa igualdad es excelente a muchos niveles, a nivel jurídico y social, por ejemplo, pero a nivel de la proporción sexual o del amor -qué es lo mismo-, eso no va, eso no marcha, eso no anda nada bien (Miller). Hay una grieta radical entre los dos sexos, que se especifica también en la diferencia entre el goce masculino y el goce femenino. Más allá del falo, la mujer tiene relación con un goce «suplementario», un goce infinito, que tiene que ver con la falta de ese significante que la nombre en el lugar del Otro. Hay entonces un goce fálico y un goce Otro, diferencia que no está regulada por la anatomía; hombres y mujeres tienen una relación con el falo, pero esta relación es diferente para cada uno de los sexos.

Si la proporción sexual, entendida como armonía, correspondencia, complementariedad, existiera, no habría las dificultades de las que se quejan las parejas cuando aman. La pareja que se separa, que se pelea, que se desencanta, que se disgusta, se enfrenta a la inexistencia de dicha proporción. Si el psicoanálisis habla permanentemente del amor es porque en él se manifiesta la falta de esa proporción sexual entre hombres y mujeres. Esta disarmonía fundamental enseña que un sexo no es nunca el complemento del otro.

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