515. El concepto de trauma psíquico en el psicoanálisis

Para muchas personas y profesionales del área de la salud, incluso de las ciencias exactas (biología, física, química, etc.), pareciera inconcebible que pudiese haber en los seres humanos un trauma psíquico ya que este no deja ninguna evidencia o causa orgánica, pero si no hay una lesión real en el cuerpo, ¿por qué sufren las personas?

Lo que no entienden dichos profesionales y un sin número de personas, aún en pleno siglo XXI, es que lo psíquico es algo muy distinto a lo orgánico, y que el sufrimiento de las personas es absolutamente subjetivo. Al respecto, lo que enseña el psicoanálisis es que somos seres descosidos, que carecemos de orden y padecemos de toda una serie de trabas que son las que nos hacen, precisamente, seres humanos. Si en algo insiste el psicoanálisis, es que, al sujeto del inconsciente, ese que sufre por algún trauma psíquico, lo vamos a encontrar en “el fallo, el defecto, la falta” (Miller como se citó en Laurent, 2008, párr. 3).

Como bien señalan Uribe et al (2017), lo primero que hace Freud al formalizar el sufrimiento humano, es distinguir el trauma psíquico del trauma físico: "el concepto de trauma psíquico tiene su origen en la Obra de Freud a partir de una analogía que este autor establece con el viejo y conocido concepto médico de trauma físico, es decir, el accidente en el que se produce un golpe que causa un daño o lesión en un órgano de la anatomía, produciendo el signo observable (concepto médico), el traumatismo que se observa en el cuerpo físico" (p. 198).

En efecto, Freud equipara los traumas psíquicos a los traumas físicos, al fin y al cabo, él fue un médico interesado en estudiar las enfermedades nerviosas –es decir, la causalidad psíquica de dichas enfermedades–, solo que "en los primeros no se evidencia una marca o signo observable en el cuerpo, pues no se trata de un golpe que deja marcas, se trata de vivencias, experiencias de la vida cotidiana, situaciones en las que se produce un “herida narcisista”, una herida en el alma o psique, que por ende no es observable y solo se la puede escuchar" (Uribe et al, 2017, p. 198).

Así pues, todo trauma psíquico se relaciona con sucesos que fijan una huella emocional en el sujeto, pudiéndole dejar como consecuencia, un trastorno psíquico que se puede manifestar en síntomas, inhibiciones o angustia (ataques de pánico). Aunque la palabra «trauma», como ya se mencionó, es tomada del discurso de la medicina, aludiendo a lesiones en el cuerpo que involucran un órgano o un tejido, provocadas por un agente exterior, un trauma psíquico produce un daño ¡en el alma!, ¡en el corazón!, y por eso es absolutamente subjetivo.

Ahora bien, lo que sucede con el trauma psíquico es que lo que puede ser traumático para un sujeto, no lo es para otro; esto no sucede con los traumas físicos, los cuales siempre producen una lesión en el organismo. 

Se ha insistido en que el trauma psíquico es subjetivo y particular; sólo se puede saber si un evento ha sido traumático para un sujeto por los efectos que le produce.

En suma, todos los seres humanos hemos pasado por experiencias traumáticas desde el comienzo de nuestras vidas, puesto que hay un sin número de circunstancias que pueden provocarnos algún tipo de conmoción emocional. Por ejemplo, un abuso sexual en la niñez no deja de ser traumático para cualquier sujeto, pero la gravedad de dicho acontecimiento dependerá de cómo lo subjetive cada persona. Por eso es tan polémica una frase pronunciada por un sacerdote de los Estados Unidos: «La pedofilia no mata a nadie, el aborto sí» (Página 12, 14 de febrero de 2020, párr. 4); evidentemente es desconocer el trauma psíquico que puede dejar en un niño el abuso sexual, es un total despropósito. Seguramente muchos de los que escucharon semejante desatino, habrán pensado: “mejor muerto que abusado”.

(Este artículo fue publicado originalmente en el Blog Fondo Editorial Universidad Católica Luis Amigó). 

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