516. ¿Qué es la libido?

La libido, dice Freud (1916-17) es la fuerza como se manifiesta la pulsión sexual. La pulsión es el nombre que le da Freud a los impulsos sexuales del ser humano, en la medida en que dichos impulsos no responden un instinto sexual. Mientras que la pulsión es el empuje de los impulsos sexuales, el cual es constante, la libido, como fuerza de la pulsión, se puede medir en términos de cantidad. Este es el denominado aspecto económico del aparato psíquico, y la economía, como todo estudio económico, habla de cantidades. En este caso, ¿cantidad de qué? Freud dirá: de energía psíquica o sexual.

Este aspecto económico del aparato psíquico se suma a otros dos aspectos que describe Freud de dicho aparato: el aspecto tópico, la división del psiquismo humano en tres instancias, que en su primera tópica se refiere a las instancias consciente, preconsciente e inconsciente; y el aspecto dinámico, el cual tiene que ver con el paso de las representaciones o el contenido del sujeto (ideas, pensamientos, recuerdos, experiencias) de la conciencia al inconsciente y viceversa.

Freud describe, entonces, a la libido como una energía psíquica de las pulsiones sexuales, y se pone en juego en lo que se desea, en las aspiraciones amorosas, lo cual da cuenta de la presencia de la manifestación de lo sexual en la vida psíquica. Es la energía de lo que se puede englobar bajo el nombre de amor, el Eros de Platón (es la energía del Eros). El término latino libido significa «deseo», «ganas», «aspiración»; es la manifestación en la vida psíquica de la pulsión sexual; es la energía «de esas pulsiones relacionadas con todo lo que se puede comprender bajo el nombre de amor» (Chemama, 1996).

La libido es, pues, un concepto cuantitativo (aspecto «económico» del aparato psíquico, como ya se indicó), en la medida en que es una energía que puede aumentar o decrecer, y ser desplazada. La libido (el amor, el afecto) más la pulsión (empuje, impulso sexual) es lo que Lacan denomina «goce». La libido, entonces, en última instancia no es más que el «interés» que le pone cada sujeto a sus objetos. Cuando un sujeto le presta interés a un objeto, lo ha libidinizado o catectizado, es decir, lo ha cargado de libido. Si un sujeto se interesa en un objeto (una persona o un objeto material, como un automóvil o un celular), lo está cargando de interés, de libido. Igualmente, un sujeto puede descatectizar, es decir, dejar de interesarse en un objeto o interesarse muy poco, por lo tanto su libido es nula o poca. Por lo tanto, cuando el psicoanálisis habla de afectos, sentimientos o emociones, está refiriéndose a la carga libidinal que los objetos y/o las representaciones llevan con ellos.

El término libido se ha popularizado bastante en los discursos psicológicos, en particular en la sexología; por eso es que los pacientes hablan de que tienen la libido baja, refiriéndose a la falta de interés sexual en sus objetos; su pareja, por ejemplo. Igualmente, cada una de nuestras representaciones (ideas, pensamientos, recuerdos, experiencias) están cargadas de libido, es decir, tienen una significación afectiva relevante para el sujeto. Con la represión, la excitación producida por las pulsiones (la libido) queda libre en el inconsciente; Freud llama proceso psíquico primario a los procesos que ocurren en el inconsciente en los que la excitación producida por la tensión pulsional circula libremente, pudiéndose transferir, desplazar o condensar en otras representaciones ese afecto asociado a las representaciones reprimidas. Así es como se forma, por ejemplo, el síntoma en el sujeto. La tarea de ligar la excitación pulsional Freud la llamó proceso psíquico secundario. En el proceso primario la energía psíquica, los afectos, la libido, fluye libremente, pasando sin trabas de una representación a otra; en el proceso secundario, la energía es «ligada» a una representación.

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