103. Mujeres inhibidas.

Ya no es más un secreto que las mujeres -no todas, por supuesto- de un lado, aman a un hombre con ternura -su esposo, su novio, su compañero, etc.-, y, del otro, desean a otro hombre con pasión -su amante-. A esto se le puede denominar «degradación de la vida erótica en las mujeres» (aunque Lacan va a corregir esta concepción freudiana y aclara que se difama a las mujeres cuando se dice que ellas se degradan), degradación que es constitutiva de la sexualidad humana, y que al parecer, ya no es sólo exclusiva de los hombres.

Dicha «degradación» de la vida sexual, debe entenderse como la separación que se presenta en el amor entre la ternura y la pasión. Si una persona ama con ternura a alguien, este amor suele tener un carácter sublime; en cambio, si desea con pasión, se considera que ha habido un «rebajamiento» del amor: de la sublime ternura, a la terrenal y sensual pasión.

La convergencia del amor y el deseo -las dos corrientes en que se divide el amor- en una misma persona, era una característica de la forma de amar de las mujeres. Ellas solían querer y desear a un mismo hombre; concentraban su ternura y su pasión en él. Los hombres, en cambio, se han caracterizado por desear a una mujer diferente de la que aman; p. ej., aman a la esposa, pero desean a la amante.

Al parecer, y gracias a la «liberalización de las costumbres sexuales», se ha empezado a observar en las mujeres esa característica que era exclusiva del amor masculino: dirigen su ternura hacía el compañero «oficial» -esposo o novio-, y su deseo hacia otro hombre -su amante-. Esta nueva posición de las mujeres en su forma de amar y de gozar de la sexualidad no es sin consecuencias. Un nuevo síntoma, de carácter psicológico, se presenta en ellas: la «inhibición» en el pensar y en el actuar. La inhibición es algo que se presenta siempre que un ser humano se enfrenta a una elección; siempre que una persona tenga que elegir entre una y otra cosa, entre una y otra persona, padecerá, en mayor o en menor medida, de una inhibición. Entonces es muy probable que haya contemporáneamente nuevas inhibiciones femeninas, lo que hace que las desdichas causadas por ellas, ya no sean exclusivas de los seres masculinos.

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