112. Violencia o castigo.

Con la ley 294 del 16 de Julio de 1996, quien maltrate física, psíquica o sexualmente a cualquiera de los miembros de su núcleo familiar, será sancionado con penas que van entre uno y dos años de prisión, y multas entre uno y dieciséis salarios mínimos. Esta ley señala que toda persona que en el contexto de la familia sea víctima de daño físico, psíquico, amenaza, ofensa, o cualquier otra forma de ataque, puede pedir al juez de familia medidas de protección inmediata.

La violencia dentro de la familia suele ser silenciada, debido a que se trata de una de las instituciones sociales más privada, es decir, que en ella se guardan secretos. Algunos padres y esposas tienden a minimizar este problema y a considerarlo normal; inclusive hay parejas que solo pueden permanecer unidas bajo condiciones de maltrato al otro, lo que ambos cónyuges consienten sin ver en ello alguna anormalidad.

La violencia no es sólo física, sino también psicológica. Esta última es una de las más comunes y que menos se denuncia. En ningún momento se debe confundir el juego brusco y el castigo físico con la violencia. Es verdad que no es necesario tocarle un solo pelo a un niño para que este obedezca y respete a sus padres y las normas, lo que depende en gran medida de cómo ellos manejan la autoridad y transmiten un sentido de responsabilidad sobre los actos y sus consecuencias.

En ocasiones se hace necesario el recurso al castigo físico -unas nalgadas, por ejemplo- para poner límite a una conducta indeseable por parte de un hijo. Dicho castigo se debe aplicar de tal manera que resulte ejemplar, es decir, que al niño no haya que castigarlo de nuevo por lo que ha hecho, de tal manera que él comprenda de una vez, que lo que hizo mal no se puede volver a repetir. El respeto del hijo por la autoridad de los padres es aquí crucial y depende del padre hacerse respetar. Cuando se castiga físicamente a un niño una y otra vez por las mismas cosas, algo está fallando en la aplicación de la sanción y por lo tanto en la autoridad de los padres. Cuando el castigo se vuelve repetitivo, se convierte en abuso y agresión.

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