152. El culto por lo nuevo o el rechazo a envejecer.

La cultura contemporánea le demanda algo nuevo al sujeto, de tal manera que él se ve llevado a desear siempre algo nuevo; un deseo por lo nuevo es la forma que adquiere la experiencia humana en el mundo de hoy. Cada vez más, la búsqueda de lo nuevo se impone como un afán inevitable en todas las producciones culturales, desde el arte hasta la industria. Hoy en día, nada vale si no es nuevo; no se goza sino de lo nuevo. En este sentido, «lo nuevo» es la nueva forma sintomática del malestar en la cultura (Miller, 1997).

Sobre esa exigencia por lo nuevo, como axioma que circula por todas partes -que lo nuevo vale en cuanto nuevo-, ¿qué se puede decir de nuevo? ¡Que es un nuevo rostro de la muerte! Es decir, que la exigencia por lo nuevo, el culto contemporáneo a lo nuevo, no es sino un nuevo vestido de aquella vieja presencia en la existencia humana: la muerte (Miller, 1997). Lo nuevo, lo novedoso, la novedad, esa demanda imperiosa de lo nuevo, es profundamente siniestro, aterrador.

Es aterrador porque si se pregunta ¿cuánto tiempo algo nuevo permanece nuevo? La respuesta -la sabe todo sujeto que vive en ésta época- es: cada día algo nuevo se mantiene nuevo menos y menos tiempo, se vuelve obsoleto cada vez más deprisa. La aceleración de la decadencia de toda novedad llena la cotidianidad de objetos obsoletos que hay que tirar a la basura para reemplazarlos por el último modelo.

Es aquí cuando surge la inquietud en el ser humano por no ser tan nuevo, por volverse él mismo obsoleto. El culto por lo nuevo es lo que hace del ser humano un objeto obsoleto, un desecho. El culto de lo nuevo es lo que lleva a la extrema valoración de la juventud, un síntoma de la cultura de hoy. Es evidente que el culto a la juventud es un síntoma social; la desesperación ante el envejecimiento es un síntoma contemporáneo. Las generaciones anteriores podían envejecer con tranquilidad, pero hoy, y gracias a los nuevos productos que ofrece la ciencia -sobretodo la ciencia de la cosmética con sus cirugías plásticas, etc.- el rechazo a envejecer es claramente un síntoma social.

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