487. Lo real es lo que no cesa de no escribirse

Hay una vertiente "localizacionista" en las neurociencias, que intenta situar el lenguaje en una zona del cerebro. A Lacan esto le pareció un delirio, ya que el sujeto está habitado por el lenguaje; “cuando vivimos en el campo del lenguaje, cualquier parte de nuestro cuerpo puede pensar” (Bassols, 2012). Esto significa que hay un saber inscrito en el cuerpo; “el saber puede estar inscrito en mi cuerpo, por ejemplo, en un síntoma sin que yo lo sepa, es un saber que me habita” (Bassols). Es lo que descubre Freud estudiando los síntomas histéricos, que una conversión histérica (como la de Sabina en la película Un método peligroso) es un síntoma inscrito, o mejor, escrito en el cuerpo, un síntoma que dice una verdad que el sujeto mismo ignora o calla, una verdad que el sujeto ha reprimido.

Lo anterior significa que en algún lugar hay un saber en el cuerpo “que no se puede resumir en la información de su sistema cibernético neuronal” (Bassols, 2012); los sueños, así como los síntomas histéricos, enseñan claramente que ahí se articula un saber más allá de la conciencia (Bassols). La vertiente localizacionista de las neurociencias piensa al lenguaje como un software, un software que se trae de fábrica, inscrito en las neuronas o en los genes, pero esta idea es la que Lacan señala como delirante; incluso fue un deliro que Freud tuvo, lo cual se puede ver en su texto Proyecto de una psicología para neurólogos, en el cual él dice que el lenguaje está inscrito en las neuronas, una idea muy cercana a la de las neurociencias actuales (Bassols).

¿Está todo inscrito en las neuronas? Freud mismo también llegó a dudarlo; se lo dice a Fliess, su colega: “no sé cómo he podido endilgarte ese delirio, todo eso no puede estar inscrito en las neuronas, ¡cuidado!” (Bassols, 2012). Este es el sueño de las neurociencias, que ve con muy buenos ojos como la informática intenta construir un aparato cibernético que pueda recordar, que pueda tener escrito o inscrito en su “cerebro” todo lo real, “un sistema que permitiera reproducir lo real en un sujeto y permitiera después borrarlo por supuesto, y volver a recuperarlo de alguna manera” (Bassols). Muchos psicoanalistas se han sumado a este propósito, además porque piensan que el futuro del psicoanálisis está en las neurociencias; por eso existe, desde hace ya algunos años, el neuropsicoanálisis; pero ¡cuidado!, como dijo Freud, “ahí el psicoanálisis no sólo desaparece como tal, sino que además es totalmente infiel a sus principios” (Bassols).

Lo que Freud descubre con la idea de inconsciente, es que este “no se deja atrapar en una huella inscrita en el sistema nervioso central ni en cualquier lugar que pensemos, en ningún soporte físico” (Bassols). Y esto tiene que ver con que el “el sujeto que habla está habitado por lo que llamamos significantes y los significantes no son signos, no son simplemente signos […] por ejemplo, el humo como signo de que hay fuego. El signo tiene una relación unívoca entre lo percibido y el signo que utilizamos para nombrarlo o para significarlo: donde hay humo hay fuego” (Bassols). El problema es que un significante no tiene nada que ver con eso; un significante, elemento último en el que se descompone el lenguaje, “no es una inscripción en la naturaleza, sea el sistema nervioso central, sea incluso un chip o una parte de un disco duro” (Bassols); un significante es más bien “una huella borrada, sólo podemos funcionar como sujetos de la palabra cuando borramos la huellas” (Bassols).

Mientras que en el mundo animal los animales dejan y siguen huellas (por eso se les puede seguir o cazar), solo los seres humanos pueden borrar sus huellas, y engañar; los animales no pueden borrar sus huellas para engañar o para significar alguna otra cosa. “Cuando alguien borra su huella, ahí hay un sujeto seguro” (Bassols, 2012). Cuando se descubre que alguien ha borrado su huella, se puede estar seguro “de que ahí hay sujeto del lenguaje, hay sujeto del significante, hay sujeto del goce y del deseo también (Bassols). Así pues –es el gran problema de las neurociencias actuales– “el sujeto humano no funciona por inscripciones, por huellas, no es que un acontecimiento haya marcado una huella en mi cerebro, y eso lo haga más o menos traumático y haya que modificarlo; sino que el sujeto humano, el sujeto del placer, el sujeto del goce y del lenguaje funciona por huellas borradas […] cuando hay una huella borrada, una huella que falta, ahí hay sujeto del lenguaje” (Bassols).

Esto que parece tan enigmático, se puede explicar con la clínica. Cuando un sujeto pasa por una experiencia traumática (una bomba, un atraco, un accidente), el psicoanálisis se encuentra con que lo que queda en el sujeto, lo que se repite, lo que vuelve una y otra vez, en sus sueños o en sus síntomas, es algo que no había ocurrido, como por ejemplo, no poder ayudar a una persona en un accidente, o no poder defenderse en un atraco, o no haber tomado otra ruta en el estallido de una bomba, etc. Así pues, “lo traumático es lo que no llegó a ocurrir, lo verdaderamente traumático es lo que no llegó a ocurrir y ahora voy a usar una expresión profundamente lacaniana, lo profundamente traumático es lo que no dejaba de no ocurrir” (Bassols). Y esto es lo que Lacan llamó lo real en el psicoanálisis; para el psicoanálisis lo real no es lo que se percibe, sino aquello que no cesa de no representarse, aquello que no cesa de no escribirse en lo que se recuerda o se percibe. “Es aquello que está profundamente borrado, pero que retorna para intentar realizarse en cada uno de nuestros pensamientos, en cada uno de nuestros sueños, en cada uno de nuestros síntomas” (Bassols). Lo real es lo que no cesa de no escribirse.

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