494. Psicoanálisis de una pandemia

¿Qué puede decir el psicoanálisis sobre la pandemia que vive el mundo hoy? Primero, que la naturaleza sigue siendo la que gobierna en este mundo. Mientras el hombre ha creído ser su amo, la naturaleza nos muestra su ingobernabilidad; ahora con un virus, como en otros momentos y otras épocas, pero también con sus terremotos, avalanchas y explosiones volcánicas. La naturaleza se sigue mandando sola, así llevemos más de veintiún siglos tratando de domeñarla. "La naturaleza hace valer así su ley cuando el ser hablante debe retroceder —un poco, sólo un poco— ante la epidemia de sus propias formas de gozar que llamamos civilización" (Bassols, 2020). En efecto, el ser humano también se ha comportado como un virus con relación a la naturaleza, al punto de haber acabado con muchas de sus formas y seguir explotando sin medida sus recursos. "El ser humano es epidémico por ser hablante y estar habitado por esa substancia gozante que llamamos significante" (Lacan citado por Bassols, 2020). Pero lo real del goce y la ley de la naturaleza no son la misma cosa. Veamos.

Primero que todo, la naturaleza ya no es más lo real, ya que la naturaleza, al igual que el virus Corvid-19, responden a leyes precisas; se trata pues de un virus que se transmite y se contagia respondiendo a leyes muy precisas, leyes que hay que descifrar para enfrentarlo (Bassols, 2020). Anteriormente, antes del surgimiento del discurso de la ciencia, la naturaleza y lo real de algún modo se superponían, no se diferenciaban; “antaño lo real se llamaba la naturaleza. La naturaleza era el nombre de lo real cuando no había desorden en lo real" (Miller citado Bassols, 2020). Pero con la llegada de la ciencia moderna, naturaleza y real se separan. ¿A qué real se refiere aquí el psicoanálisis? Para diferenciarlo de la naturaleza, habría que decir que se trata de un real sin ley; lo real del ser hablante es un real sin ley.

¿Cuando se le presenta al sujeto esa dimensión de lo real de la que habla el psicoanálisis? Cuando el sentido se le escapa, cuando no logra dar explicación a sus síntomas, a sus compulsiones, a sus adicciones, a sus impulsos agresivos y sexuales; por eso cuando no se le puede dar un sentido a lo real, él irrumpe de manera traumática: deja al sujeto sin respuestas, sin explicaciones. Hay sí dos discursos que responden, que dan respuestas, que dan sentido: el cientificismo y la religión, pero ellos se agotan. "Dar un poco de sentido alivia durante cierto tiempo, pero el efecto de rebote suele ser mucho peor todavía que la falta inicial de sentido" (Bassols, 2020).

Lo real es entonces, todo aquello que no tiene sentido. “El no tener sentido es un criterio de lo real" (Miller citado por Bassols, 2020). Que lo real esté desprovisto de sentido significa que lo real no responde a ningún querer-decir, que el sentido se le escapa. A diferencia de lo real, el Covid-19 es una enorme burbuja de sentido, sobretodo de sentido religioso; gracias a él pululan los fantasmas, ya sean individuales o colectivos, para hacer del Coronavirus una fuerza demoníaca, un dios maligno que llega a castigar a una una civilización que se ha excedido en su goce. Mientras que el sentido es siempre religioso, viral, lo real no tiene nada de viral, no tiene sentido alguno (Bassols, 2020).

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