499. La relación de la transferencia con la docta ignorancia

Dice Miller (1997) en su texto Introducción al método psicoanalítico, que la ignorancia tiene una muy importante función en la experiencia analítica, una función operativa. Y no se trata de la ignorancia pura, sino de la ignorancia docta. La "docta ignorantia" es una expresión usada por varios filósofos, especialmente por Agustín de Hipona (354-430), Buenaventura de Fidanza (1221-1274) y principalmente por Nicolás de Cusa (1401-1464), teólogo y filósofo considerado el padre de la filosofía alemana y personaje clave en la transición del pensamiento medieval al del Renacimiento, uno de los primeros filósofos de la modernidad. Con esa expresión ellos querían significar la actitud prudente y humilde del sabio, ante los grandes problemas del Universo y los límites del conocimiento humano.

Así pues, la ignorancia docta es "la ignorancia de alguien que sabe cosas, pero que voluntariamente ignora hasta cierto punto su saber para dar lugar a lo nuevo que va a ocurrir" (Miller, 1997). Esto es algo muy importante con relación a la posición del analista en la experiencia analítica: él debe ignorar su saber, dejar a un lado todo su saber, todo lo que sabe, para darle cabida al saber del inconsciente y a la transferencia. Freud mismo lo indicaba: se debe recibir a cada paciente, como si fuera el primero.

Esto significa que un analista que se presenta con una posición de "sabiondo", que cree sabérselas todas, que se dedica a hacerle saber al paciente todo lo que sabe, es un analista que no le va a dar cabida a lo nuevo que va a ocurrir en el dispositivo analítico. Son muchas las experiencias terapéuticas de la psicología que invitan al psicólogo a presentarse como "el que sabe", y él se dedica a dar indicaciones, recetas, consejos, a dirigir la conciencia de sus pacientes como si supiera lo que este necesita, o cómo debe conducirse en la vida. La experiencia analítica enseña que una posición así en un terapeuta, hace sentir al paciente como un estúpido, un tonto, un ignorante, y rápidamente abandona la terapia por la molestia causada por ese psicólogo en esa posición de "sabio". Y es algo que se sabe: no hay nadie más fastidioso y aborrecido que un sujeto que cree que se las sabe todas.

Miller (1997) indica claramente cómo la función operativa de la ignorancia es la misma que la de la transferencia, la misma que la de la constitución del Sujeto supuesto Saber. Así pues, el Sujeto supuesto Saber, resorte de la transferencia, "no se constituye a partir del saber sino que se constituye a partir de la ignorancia" (Miller). Los pacientes suelen preguntar al analista si los entienden; "Dr., ¿Ud. me entiende?", y la mejor respuesta a esta pregunta es: "no, no entiendo lo que Ud. me quiere decir, ¿me lo puede explicar de nuevo? ¿Qué quiere Ud. decir con eso”? Esta es la posición del analista desde la docta ignorancia; es un poco como hacerse el "tonto", o hacerse el "bobo", aquel que no entiende lo que el otro quiere decir. Así pues, para garantizar la instalación de la transferencia la posición del analista es la de hacer entender "que no sabemos con anterioridad lo que el paciente quiere decir, pero suponemos que quiere decir otra cosa" (Miller). Esto es casi que un axioma en la experiencia analítica, que todo analista debe tener en cuenta: el paciente es siempre alguien que quiere decir alguna otra cosa. En todo lo que dice, el sujeto siempre quiere decir algo de más; y esa "alguna otra cosa", y ese "algo de más" no es otra cosa que el inconsciente, ese saber no sabido por el sujeto.

Entonces, que quede claro, "la suposición de saber no está vinculada al saber constituido, porque si hay saber constituido, no hay ninguna necesidad de suposición" (Miller, 1997); si se sabe que alguien sabe (valga la redundancia), no hay que suponer un saber, por eso la docta ignorancia es la que facilita la instalación de la transferencia en la medida en que hay suposición de saber. Y para que esto opere, se necesita de una función esencial del analista: la función del malentendido. "A veces un paciente busca a un analista para, finalmente, saber si alguien puede entender lo que él dice. Con todo, no es posible convencer al paciente de nuestra capacidad de entender si no es a través de la introducción sistemática del malentendido. Por ejemplo, a través de la introducción de la pregunta: "Pero ... ¿qué quiere decir usted con eso?"" (Miller). ¡Esta es la pregunta que introduce la dimensión del Sujeto supuesto Saber! Es mostrándole al paciente que no se le entiende, que no se entiende lo que quiere decir, que se introduce al sujeto en el hecho de que él mismo no se entiende, es decir, que él no sabe lo que dice. Esta es una dimensión muy importante que se debe hacer surgir en el dispositivo analítico: ""Yo (el paciente), no sé lo que digo". Y, en este sentido, el lugar de la enunciación es el propio lugar del inconsciente" (Miller).

"No saber lo que se dice" es la posición natural de todo sujeto, y al mismo tiempo, eso es el inconsciente. Cuando un paciente se queja de que nadie lo entiende, en realidad quien no se entiende es el propio sujeto, y por eso se lo invita a asociar libremente con la consigna "¿qué quiere decir usted con eso?", haciendo uso de la función del malentendido. La asociación libre es una especie de automalentendido; "y es por este motivo que la pasión analítica es la pasión de la ignorancia" (Miller, 1997). Así pues, a lo que invita el dispositivo analítico, es a que el paciente escuche lo que dice, tome consciencia de lo que quiere decir.

Comentarios

Anónimo dijo…
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