504. Una acción sintomática en el caso Dora

Freud, en su famoso caso «Dora» (Fragmento de análisis de un caso de histeria, 1901-05), nos habla de una acción sintomática de su paciente. Dora llevó a su sesión analítica, por primera y única vez, una carterita portamonedas que estaba de moda, y se puso a jugar con ella “mientras hablaba tendida en el diván: la abría, introducía un dedo, volvía a cerrarla, etc.” (p. 67). Freud le explica que se trata de una acción sintomática. Se trata de, como indica Freud (1901) de manejos o acciones que el ser humano realiza de manera automática, inconsciente, sin reparar en ellos, como jugando. El psicoanálisis nos enseña que todos nuestros actos automáticos tienen un significado del que la conciencia nada sabe o nada quiere saber, y que expresan pensamientos e impulsos inconscientes.

Freud ya había abordado este tipo de acciones en su texto Psicopatología de la vida cotidiana (1901), en los que incluye desde escribir mal una receta médica, todo tipo de “accidentes” o torpezas en la manipulación de objetos o personas, hasta perder las llaves, cortes en la piel (autolesiones), trastocar objetos, o dejarlos caer, o perderlos (extraviarlos) y olvidar hacer tareas, todas estas acciones tienen un propósito secreto, inconsciente. Freud también nos advierte que, por lo general, el sujeto que comete alguna de estas acciones fallidas, suele prestarles poca importancia; los declara indiferentes o casuales restándole así todo significado. Por ejemplo, Dora, frente a su acción sintomática podría perfectamente decir: «¿Por qué no llevaría una carterita así, que está tan de moda?».

Lo que devela Freud con el juego de Dora con su portamonedas, y con ayuda de las asociaciones de su paciente (asociación libre), es que la carterita de Dora es una figuración de sus genitales, “y su acción de juguetear con ella abriéndola y metiendo un dedo dentro, una comunicación pantomímica, sin duda desenfadada, pero inconfundible, de lo que querría hacer: la masturbación” (Freud, 1901, p.68). En efecto, esta actividad tan indecente era la razón del sufrimiento de Dora, quien desde el sexto año de vida no solo padecía de enuresis, sino que esta era, a su vez, “la prueba indiciaria de la masturbación infantil” (p. 69); Freud asocia, pues, la enuresis con la masturbación infantil; en su experiencia clínica había llegado a la conclusión de que “la causa más probable de una enuresis de esta clase es la masturbación, que en la etiología de la enuresis desempeña un papel no apreciado todavía suficientemente” (p. 66). Dora le corrobora todo esto a Freud, lo cual le ayuda también a él a descifrar el síntoma del asma nerviosa que Dora padeció luego de dejar de mojarse en la cama. Freud retoma aquí una de las tesis más importantes en el abordaje de la sexualidad humana: “Los síntomas histéricos casi nunca se presentan mientras los niños se masturban” (p. 69), es decir, que el síntoma es una forma de satisfacción sexual sustitutiva; el síntoma de Dora (el asma) expresa “un sustituto de la satisfacción masturbatoria, que seguirá anhelándose en el inconsciente hasta el momento en que aparezca una satisfacción más normal de alguna otra clase" (p. 69).

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