159. ¿Qué es la pulsión sexual?

La pulsión sexual se diferencia del instinto animal en cuatro aspectos fundamentales. Primero, en el objeto. Mientras que los animales siempre eligen como compañero sexual al sexo opuesto de la misma especie, en los seres humanos se observa una variedad de objetos sexuales: personas del mismo sexo en el caso de la homosexualidad, prendas de vestir en el fetichismo, niños en la pedofilia, ancianos en la gerontofilia, animales en la zoofilia, etc. Entonces, mientras que el impulso sexual animal tiene un objeto definido -el sexo opuesto de la misma especie-, la pulsión sexual humana no lo tiene; por esta razón se dice que «la pulsión es sin objeto». Segundo aspecto, la meta: la finalidad del comportamiento sexual animal es la reproducción de la especie, en cambio, en los seres humanos, si algo preocupa a las parejas sexualmente activas, es cómo evitar traer más niños al mundo. La meta de la pulsión sexual humana es, en términos de Freud, una ganancia de placer, es decir que la pulsión tiene como meta su propia satisfacción -es autoerótica-. Tercer aspecto: la fuente de la pulsión sexual. No es otro que el cuerpo, y más específicamente, las zonas erógenas del cuerpo. En los animales, la fuente de sus impulsos sexuales es, por supuesto, el instinto. Por último está el empuje: mientras que en los animales su conducta sexual está regulada por un ciclo -el ciclo de ovulación de las hembras-, en los seres humanos la pulsión sexual no es cíclica sino que su empuje es constante. La pulsión, entonces, es lo que sustituye al instinto en el ser humano.

La pulsión sexual también puede satisfacerse con los objetos de la cultura, lo cual no deja de ser paradójico. Esta es la razón por la que puedo decir, parodiando a Lacan en uno de sus seminarios: “no estoy haciendo el amor, estoy hablándoles a Uds. y hablarles puede darme el mismo goce que hacer el amor”. “Si no fuese así -dice Jacques-Alain Miller (1998)- sería incomprensible que tanta gente perdiese tanto tiempo con los objetos de la cultura. Tenemos que suponer que hacer o escuchar filosofía, hacer o ver esculturas, proporciona un goce profundo”.

Es con relación a la cultura que Freud introduce el concepto de sublimación. Él dirá que la pulsión sexual, es decir, el impulso sexual humano, si bien busca satisfacerse en una serie de objetos sexuales, puede también encontrar satisfacción en otros objetos, objetos que se encuentran en la cultura. La pulsión sexual puede, entonces, y gracias a la sublimación, sustituir a los objetos sexuales en los que se satisface, por otros objetos ya no sexuales y que se encuentran en la cultura: leer, pintar, estudiar, hacer música, etc, etc. Así pues “Los objetos de la cultura sustituyen a los puramente sexuales.” (Miller, 1998).

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