165. Parricidio, culpa y cultura.
Para explicar cómo la culpa está en la fundación de la cultura humana, Freud escribió un texto llamado Tótem y tabú. En dicho texto, el «parricidio» fue situado por Freud como lo que dio inicio a la actual organización social. Él supuso, basado en teorías darwinianas, que en el origen de nuestra cultura existían hordas en las cuales un padre violento y celoso gobernaba y se reservaba a todas las mujeres para sí. Sus hijos varones eran expulsados del clan una vez crecían, por lo que era envidiado y temido. Freud advierte que este estado primordial de la sociedad no ha sido observado en ningún lugar, pero él elabora este «mito» sobre el estado original de la sociedad humana para poder explicar, entre otras cosas, el origen del sentimiento ético de los hombres.
Los hermanos de la horda odiaban al padre; él constituía un obstáculo para la satisfacción de sus deseos sexuales y de poder. Arrojados del clan, deciden unirse para asesinarlo y devorarlo. Logran así lo que cada uno deseaba: ocupar el lugar del padre y quedarse con sus mujeres, poniendo fin a la horda paterna. Como también amaban y admiraban al padre, tras su asesinato se abrió paso una serie de sentimientos que delataban un arrepentimiento por lo hecho, naciendo de este modo la conciencia o sentimiento de culpa. El padre muerto se volvió más fuerte de lo que era en vida y lo que él prohibía, todos los hermanos lo acataron: declararon interdicto el parricidio y renunciaron a tomar como objeto sexual a las mujeres.
Con la devoración del padre se origina la primera fiesta de la humanidad, el banquete totémico, el cual será la repetición y celebración recordatoria de aquella hazaña memorable y criminal con la que tuvieron comienzo las organizaciones sociales, las limitaciones éticas y las religiones. Desde esa conciencia de culpa del hijo varón se crearon las dos prohibiciones fundamentales que están en el origen de toda cultura: la prohibición de matar y la prohibición del incesto. Se ve, pues, claramente, en este texto, la relación que Freud establece entre la culpa y la cultura.
Los hermanos de la horda odiaban al padre; él constituía un obstáculo para la satisfacción de sus deseos sexuales y de poder. Arrojados del clan, deciden unirse para asesinarlo y devorarlo. Logran así lo que cada uno deseaba: ocupar el lugar del padre y quedarse con sus mujeres, poniendo fin a la horda paterna. Como también amaban y admiraban al padre, tras su asesinato se abrió paso una serie de sentimientos que delataban un arrepentimiento por lo hecho, naciendo de este modo la conciencia o sentimiento de culpa. El padre muerto se volvió más fuerte de lo que era en vida y lo que él prohibía, todos los hermanos lo acataron: declararon interdicto el parricidio y renunciaron a tomar como objeto sexual a las mujeres.
Con la devoración del padre se origina la primera fiesta de la humanidad, el banquete totémico, el cual será la repetición y celebración recordatoria de aquella hazaña memorable y criminal con la que tuvieron comienzo las organizaciones sociales, las limitaciones éticas y las religiones. Desde esa conciencia de culpa del hijo varón se crearon las dos prohibiciones fundamentales que están en el origen de toda cultura: la prohibición de matar y la prohibición del incesto. Se ve, pues, claramente, en este texto, la relación que Freud establece entre la culpa y la cultura.
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