175. La relación analítica no es una relación dual.
La relación analítica, donde psicoanalista y paciente están para comprenderse el uno al otro, es lo que se denomina una relación dual o especular. En este tipo de relación, la interpretación se concibe como la ayuda que el analista le debe brindar al paciente, en tanto que éste padece de alguna debilidad. Esta es una referencia de Lacan (1975) al yo débil de la psicología del yo, el cual quedaría reforzado con la interpretación.
El analista que hace de la relación analítica una relación dual -entre dos sujetos-, se mueve por sus pasiones, las cuales lo llevan a evitar parecer un ignorante ante su paciente -lo cual es justamente su error-, a no decepcionarlo -lo que quiere decir satisfacerlo-, y a estar por encima de él -lo que da cuenta de su necesidad de gobernarlo- (Lacan, 1975). Es lo que sucede cuando el analista concibe la relación analítica como una comunicación de inconsciente a inconsciente.
Los analistas, por lo general, no quieren pensar en la relación con el paciente, ya que así se garantizan un modo de existencia en esa relación en la que se evita la ruptura; en efecto, donde hay comprensión es muy difícil que haya ruptura. La ruptura es más fácil allí donde un sujeto no comprende al otro.
Darle a esta relación dual el nombre de técnica y emplearla para enseñar o civilizar al paciente, pase, pero esto no es para nada una relación analítica ni es un psicoanálisis. Este tipo de relación se reduce a un forcejeo entre el paciente y su analista, en el que el analista tiene como único fin reforzar el Yo del paciente y acomodarlo a la realidad. ¿Cuál realidad? ¡La del analista!, el cual hace de esta posición -la de gobernar- una técnica para domesticar al paciente según los parámetros de su propio Yo.
El analista que hace de la relación analítica una relación dual -entre dos sujetos-, se mueve por sus pasiones, las cuales lo llevan a evitar parecer un ignorante ante su paciente -lo cual es justamente su error-, a no decepcionarlo -lo que quiere decir satisfacerlo-, y a estar por encima de él -lo que da cuenta de su necesidad de gobernarlo- (Lacan, 1975). Es lo que sucede cuando el analista concibe la relación analítica como una comunicación de inconsciente a inconsciente.
Los analistas, por lo general, no quieren pensar en la relación con el paciente, ya que así se garantizan un modo de existencia en esa relación en la que se evita la ruptura; en efecto, donde hay comprensión es muy difícil que haya ruptura. La ruptura es más fácil allí donde un sujeto no comprende al otro.
Darle a esta relación dual el nombre de técnica y emplearla para enseñar o civilizar al paciente, pase, pero esto no es para nada una relación analítica ni es un psicoanálisis. Este tipo de relación se reduce a un forcejeo entre el paciente y su analista, en el que el analista tiene como único fin reforzar el Yo del paciente y acomodarlo a la realidad. ¿Cuál realidad? ¡La del analista!, el cual hace de esta posición -la de gobernar- una técnica para domesticar al paciente según los parámetros de su propio Yo.
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