168. ¿Mente sana en cuerpo sano?
Hoy en día se observa el poder de influencia y de manipulación que tienen los medios de comunicación sobre la psiquis de niños, jóvenes y adultos. Son muchos y muy variados los mensajes y las voces que los medios de comunicación (radio, televisión, revistas, Internet, etc.) envían a todo el mundo. Son mensajes que están permanentemente al servicio del mercado, es decir, del consumismo "alocado" al que se ha acostumbrado nuestra sociedad; precisamente por eso se la llama «sociedad de consumo».
Esas voces, voces publicitarias, están diciendo constantemente a todos los sujetos a qué deben parecerse y cómo deben ser y, por supuesto, qué consumir: cómo vestir, cómo actuar, cómo comportarse, qué poseer, qué comprar, con quien salir, a dónde ir, que bebida tomar, qué droga automedicarse, etc. Es de destacar el hecho de que la mayoría de esos mensajes tienen una estrecha relación con el comportamiento sexual y con la agresividad. La mayoría de los mensajes sobre tendencias, modelos y modas, involucran a una mujer o a un hombre esculturales, con diminutas prendas, y junto a ellos, el producto que se vende, o si no, los muestran en acciones heroicas, llenas de adrenalina y rudeza, para poder explotar, con estas maniobras publicitarias, el deseo sexual y el deseo de poder.
Voces e imágenes inundan, irremediablemente, todo el espacio familiar, y nos dicen a qué hay que igualarse para estar al día, para estar en forma, para parecer más joven, para parecer un hombre de verdad o un empresario competente; para parecer la mujer, la madre, el niño y el joven que hay que ser.
Esta parece ser la consigna del mundo moderno: «más limpios, más blancos, más sanos» más «ligth». Se ha vuelto a la antigua sentencia griega de «mente sana en cuerpo sano», sólo que ahora esto se ha convertido en un imperativo que ha llevado a las personas, presas del consumismo, a gastar su tiempo y dinero en gimnasios, dietas, cirugías y productos de belleza. Esto por un lado, porque por el otro está todo aquello que sirve para la ostentación, el lujo, la apariencia de poder: el vehículo más potente, el equipo de sonido con más «wats» de salida, el computador más rápido, los tenis más lujosos, lo último en tecnología, lo más sofisticado de la ciencia, etc.
Se observa, entonces, una relación estrecha entre la ciencia y el mercado: El mercado explota el deseo de los seres humanos con el capitalismo. La tecnología, hija de la ciencia, nos hace creer que lo que nos falta está en el mercado, pero el psicoanálisis nos enseña que ningún objeto puede completar al sujeto. Aparece contemporáneamente un hombre siervo de la ciencia y una definición nueva de hombre: el esclavo moderno, el proletariado, el consumidor. Este no es más que un sujeto perseguido por la ciencia y el mercado, y alienado en esta «sociedad de consumo».
Esas voces, voces publicitarias, están diciendo constantemente a todos los sujetos a qué deben parecerse y cómo deben ser y, por supuesto, qué consumir: cómo vestir, cómo actuar, cómo comportarse, qué poseer, qué comprar, con quien salir, a dónde ir, que bebida tomar, qué droga automedicarse, etc. Es de destacar el hecho de que la mayoría de esos mensajes tienen una estrecha relación con el comportamiento sexual y con la agresividad. La mayoría de los mensajes sobre tendencias, modelos y modas, involucran a una mujer o a un hombre esculturales, con diminutas prendas, y junto a ellos, el producto que se vende, o si no, los muestran en acciones heroicas, llenas de adrenalina y rudeza, para poder explotar, con estas maniobras publicitarias, el deseo sexual y el deseo de poder.
Voces e imágenes inundan, irremediablemente, todo el espacio familiar, y nos dicen a qué hay que igualarse para estar al día, para estar en forma, para parecer más joven, para parecer un hombre de verdad o un empresario competente; para parecer la mujer, la madre, el niño y el joven que hay que ser.
Esta parece ser la consigna del mundo moderno: «más limpios, más blancos, más sanos» más «ligth». Se ha vuelto a la antigua sentencia griega de «mente sana en cuerpo sano», sólo que ahora esto se ha convertido en un imperativo que ha llevado a las personas, presas del consumismo, a gastar su tiempo y dinero en gimnasios, dietas, cirugías y productos de belleza. Esto por un lado, porque por el otro está todo aquello que sirve para la ostentación, el lujo, la apariencia de poder: el vehículo más potente, el equipo de sonido con más «wats» de salida, el computador más rápido, los tenis más lujosos, lo último en tecnología, lo más sofisticado de la ciencia, etc.
Se observa, entonces, una relación estrecha entre la ciencia y el mercado: El mercado explota el deseo de los seres humanos con el capitalismo. La tecnología, hija de la ciencia, nos hace creer que lo que nos falta está en el mercado, pero el psicoanálisis nos enseña que ningún objeto puede completar al sujeto. Aparece contemporáneamente un hombre siervo de la ciencia y una definición nueva de hombre: el esclavo moderno, el proletariado, el consumidor. Este no es más que un sujeto perseguido por la ciencia y el mercado, y alienado en esta «sociedad de consumo».
Comentarios