55. Ética, cultura y pulsión de muerte.

La ética hace parte fundamental de la cultura. Ella permite establecer una diferencia entre los actos de los seres humanos, las cuales son valorados como buenos o malos. La cultura ha determinado que aquellos sujetos que por su comportamiento hacen mal o daño a la humanidad, deben recibir un castigo. El castigo, que también es inherente a la cultura, es el medio más efectivo con el cuenta la sociedad para transmitir a los sujetos un sentido de responsabilidad sobre las consecuencias de sus propios actos.

A la ética se la llama ciencia de lo moral, arte de dirigir la conducta; como producción cultural de una sociedad, busca la regulación de los vínculos recíprocos que se establecen entre los sujetos. Se suele pensar que el ser humano tiende a buscar su propio bienestar y el de los demás, pero el psicoanálisis verifica, una y otra vez, que lo malo no solo es lo perjudicial y dañino para un individuo, sino también lo que anhela y lo que en muchas ocasiones le brinda placer. Se trata, por supuesto, de un placer, de una satisfacción que está del lado de la maldad y no del lado del bienestar. Esto se ha constituido en el descubrimiento más importante del psicoanálisis: ese empuje, ese gusto que tienen las personas por el mal, y que el psicoanálisis denomina pulsión de muerte.

El demonio, personaje que culturalmente ha encarnado siempre al mal, ha sido situado por el psicoanálisis en un lugar preciso: dentro de cada sujeto. Sólo hay que observar uno solo de los noticieros de televisión para saber que hay un impulso diabólico en los seres humanos. Por eso es importante la ética, porque la ética es una de las respuestas a ese impulso "natural" que tienen los sujetos hacia el mal. Freud, fundador del psicoanálisis, concibió a la ética como uno de los remedios, como una de las maneras de alcanzar lo que todo el resto del trabajo cultural no puede conseguir: el control de la inclinación de los seres humanos a agredirse unos a otros. Él lo denominó el ensayo terapéutico de la humanidad contra esa fuerza maligna -léase pulsión de muerte- que lo habita.

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