58. Frankestein hoy.
En Francia existe desde hace algún tiempo un Comité Estatal de Ética, cuya función es la de impedir a los científicos ir más allá de un cierto límite en las investigaciones bioquímicas y genéticas, para que no pongan en peligro a la humanidad. La ética es algo del ser humano en tanto ser racional y no en tanto ser biológico. Hasta ahora no se sabe del primer científico que se haya propuesto buscar el neurotransmisor de la ética. Pero con ese empeño que se observa en la ciencia contemporánea por localizar todo lo humano en el cerebro o el ADN, no será extraño oír hablar próximamente del cromosoma o la neurona de la ética.
Hay sí ocasiones en que la ética se entrelaza con la biología, con la medicina. Ejemplo de esto es el esfuerzo de la cultura moderna para que la ciencia tenga presente la dimensión ética. El ser humano se preocupa hoy más que nunca por las consecuencias de sus investigaciones científicas. Y entre los malestares de la cultura moderna habría que incluir el miedo a dichas consecuencias.
Ya no existe más esa confianza que se tenía en los avances científicos; la gente ya no está tan segura de que estos coincidan con lo bueno y de que tengan por objeto el bien de la humanidad. En la opinión común hay la sospecha de que el progreso, el interés por la verdad, la búsqueda de los secretos de la naturaleza, cosas tan importantes de la cultura, quizás trabajan para la devastación, para el mal.
Y es que gracias a la ciencia, la destrucción de la humanidad es hoy bastante posible. Es verdad que son muchas las cosas positivas y buenas de la ciencia, pero como ella es producto de la actividad racional del hombre, habría que pensar también en lo que hay de enfermizo, de patológico en la mente del hombre, como para que se llegue al punto de poner en peligro al medio ambiente y a toda la humanidad. Un buen ejemplo de esto es el campo de la manipulación genética; el científico moderno se parece cada vez más al loco Dr. Frankenstein de la novela de Mary Shelley. Esta es la razón para que muchos países del mundo intenten poner un límite a la ciencia con ayuda de la ética, pero no parece probable que ésta logre detener su avance.
Hay sí ocasiones en que la ética se entrelaza con la biología, con la medicina. Ejemplo de esto es el esfuerzo de la cultura moderna para que la ciencia tenga presente la dimensión ética. El ser humano se preocupa hoy más que nunca por las consecuencias de sus investigaciones científicas. Y entre los malestares de la cultura moderna habría que incluir el miedo a dichas consecuencias.
Ya no existe más esa confianza que se tenía en los avances científicos; la gente ya no está tan segura de que estos coincidan con lo bueno y de que tengan por objeto el bien de la humanidad. En la opinión común hay la sospecha de que el progreso, el interés por la verdad, la búsqueda de los secretos de la naturaleza, cosas tan importantes de la cultura, quizás trabajan para la devastación, para el mal.
Y es que gracias a la ciencia, la destrucción de la humanidad es hoy bastante posible. Es verdad que son muchas las cosas positivas y buenas de la ciencia, pero como ella es producto de la actividad racional del hombre, habría que pensar también en lo que hay de enfermizo, de patológico en la mente del hombre, como para que se llegue al punto de poner en peligro al medio ambiente y a toda la humanidad. Un buen ejemplo de esto es el campo de la manipulación genética; el científico moderno se parece cada vez más al loco Dr. Frankenstein de la novela de Mary Shelley. Esta es la razón para que muchos países del mundo intenten poner un límite a la ciencia con ayuda de la ética, pero no parece probable que ésta logre detener su avance.
Comentarios