56. El ideal del comunismo.
Uno de los ideales que alentó el comunismo fue el de la igualdad entre todos los hombres, lo cual tendría como efecto la creación de una sociedad más justa. La lucha comunista fue fiel a la idea de que la institución de la propiedad privada es la que corrompe al ser humano y que la posesión de bienes privados es lo que proporciona al sujeto el poder y la tentación de abusar de sus semejantes. Así pues, si se cancela la propiedad privada, si todos los bienes se declaran comunes y se permite participar en su goce a todos los miembros de una comunidad, desaparecerán la maldad y la enemistad entre los humanos.
El problema es que la agresión no ha sido creada por la institución de la propiedad privada; ella ha reinado sin limitaciones en todas las épocas de la historia de la humanidad; se la encuentra en la crianza de los niños y constituye el trasfondo de todos los vínculos de amor y ternura entre las personas; básicamente se la encuentra tras de todo lazo social. Y si sucede, como sucedió en los países comunistas, que se suspende el título personal sobre los bienes materiales, queda todavía la agresividad que proviene de las relaciones sexuales, la cual es la fuente del más intenso desamor y la hostilidad más violenta entre los seres humanos de iguales derechos en todo lo demás. Es decir, que si se suspende la propiedad privada, se le está sustrayendo al sujeto uno de los instrumentos con los que suele expresar su gusto por la agresión, y por lo tanto, ésta será desplazada sobre lo único que le queda como lo más privado: su vida familiar y su vida íntima sexual.
Como se ve, la propuesta del comunismo es una vana ilusión. Además, el ideal de igualdad del comunismo y el planteamiento de declarar los bienes comunes para que todos los individuos gocen de ellos, desconoce el hecho de que la naturaleza dota a los seres humanos de aptitudes físicas e intelectuales desiguales en extremo, lo que hace de dicho ideal algo aún más injusto y notablemente utópico. Lo anterior no significa que el capitalismo sea mejor y más justo que el comunismo, incluso, puede llegar a ser -como lo demuestra a diario- mucho peor.
El problema es que la agresión no ha sido creada por la institución de la propiedad privada; ella ha reinado sin limitaciones en todas las épocas de la historia de la humanidad; se la encuentra en la crianza de los niños y constituye el trasfondo de todos los vínculos de amor y ternura entre las personas; básicamente se la encuentra tras de todo lazo social. Y si sucede, como sucedió en los países comunistas, que se suspende el título personal sobre los bienes materiales, queda todavía la agresividad que proviene de las relaciones sexuales, la cual es la fuente del más intenso desamor y la hostilidad más violenta entre los seres humanos de iguales derechos en todo lo demás. Es decir, que si se suspende la propiedad privada, se le está sustrayendo al sujeto uno de los instrumentos con los que suele expresar su gusto por la agresión, y por lo tanto, ésta será desplazada sobre lo único que le queda como lo más privado: su vida familiar y su vida íntima sexual.
Como se ve, la propuesta del comunismo es una vana ilusión. Además, el ideal de igualdad del comunismo y el planteamiento de declarar los bienes comunes para que todos los individuos gocen de ellos, desconoce el hecho de que la naturaleza dota a los seres humanos de aptitudes físicas e intelectuales desiguales en extremo, lo que hace de dicho ideal algo aún más injusto y notablemente utópico. Lo anterior no significa que el capitalismo sea mejor y más justo que el comunismo, incluso, puede llegar a ser -como lo demuestra a diario- mucho peor.
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