40. El parricidio.
En muchas ocasiones se ha escuchado la noticia de padres que asesinan a sus hijos e hijos que asesinan a sus padres; al primero se le denomina filicida, y al que da muerte a su padre, parricida. De hecho, el parricidio fue situado por Sigmund Freud como lo que dio inicio a la actual organización social. Él supuso, basado en teorías darwinianas, que en el origen de nuestra cultura, existían hordas en las cuales un padre violento y celoso gobernaba y se reservaba a todas las mujeres para sí. Los hijos varones eran expulsados del clan una vez crecían, y aquel padre dominante era envidiado y temido por éstos. Freud advierte que este estado primordial de la sociedad no ha sido observado en ningún lugar, pero él elabora este mito -el último gran mito moderno- sobre el estado original de la sociedad humana.
Los hermanos de la horda odiaban al padre; él constituía un obstáculo para la satisfacción de sus deseos sexuales y de poder. Arrojados del clan, deciden unirse para asesinarlo y devorarlo -lo cual era algo natural entre tribus caníbales-. Logran así lo que cada uno deseaba: ocupar el lugar del padre y quedarse con sus mujeres, poniendo fin a la horda paterna.
Como también amaban y admiraban al padre, tras su asesinato se abrió paso una serie de sentimientos que delataban un arrepentimiento por lo hecho, naciendo de este modo la conciencia de culpa. El padre muerto se volvió más fuerte de lo que era en vida y lo que él prohibía fue acatado por todos los hermanos: declararon interdicto el parricidio y renunciaron a tomar a las mujeres.
Con la devoración del padre se origina la primera fiesta de la humanidad, el banquete totémico, el cual sería la repetición y celebración recordatoria de aquella hazaña memorable y criminal con la que tuvieron comienzo las organizaciones sociales, las limitaciones éticas y las religiones. Desde esa conciencia de culpa del hijo varón se crearon las dos prohibiciones fundamentales que están en el origen de toda cultura: la prohibición de matar y la prohibición del incesto.
Los hermanos de la horda odiaban al padre; él constituía un obstáculo para la satisfacción de sus deseos sexuales y de poder. Arrojados del clan, deciden unirse para asesinarlo y devorarlo -lo cual era algo natural entre tribus caníbales-. Logran así lo que cada uno deseaba: ocupar el lugar del padre y quedarse con sus mujeres, poniendo fin a la horda paterna.
Como también amaban y admiraban al padre, tras su asesinato se abrió paso una serie de sentimientos que delataban un arrepentimiento por lo hecho, naciendo de este modo la conciencia de culpa. El padre muerto se volvió más fuerte de lo que era en vida y lo que él prohibía fue acatado por todos los hermanos: declararon interdicto el parricidio y renunciaron a tomar a las mujeres.
Con la devoración del padre se origina la primera fiesta de la humanidad, el banquete totémico, el cual sería la repetición y celebración recordatoria de aquella hazaña memorable y criminal con la que tuvieron comienzo las organizaciones sociales, las limitaciones éticas y las religiones. Desde esa conciencia de culpa del hijo varón se crearon las dos prohibiciones fundamentales que están en el origen de toda cultura: la prohibición de matar y la prohibición del incesto.
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